Quantcast
Channel: elDiario.es - Feminismo
Viewing all 180 articles
Browse latest View live

"La mayor parte de los insultos que recibo en YouTube son por ser mujer"

0
0

Tiene una Oda a los cuñados tocando el ukelele, midió la proporción áurea del culo de Kim Kardashian (que tiene un volumen de 0,047 metros cúbicos) y creó un diagrama en forma de tetracontakaieneágono (de 49 lados) para comparar las aptitudes de las celebrities. A partir de este momento, ya podemos afirmar que el canal de YouTube de Ter es un torbellino indescriptible. También es un soplo de aire fresco, lo que se ha visto recompensado con más de 38.000 seguidores en apenas ocho meses.

Esta arquitecta madrileña de 27 años llegó para reírse del esnobismo cultural de este país y alardear de su conocimiento del star system (y de muchas otras cosas). La distinción entre alta y baja cultura es una farsa para Ter, por eso aúna en el mismo vídeo a Selena Gómez y a Kandinsky o nos explica la Ilíada de Homero a través del drama entre Kanye West y Taylor Swift.

Pocas personas admitirían en público que les marea leer a Gabriel García Márquez o que Picasso les parece un "misógino y maltratador". Debería ser normal, pero en este siglo la diversidad de opiniones está muy castigada. Algo que pasa por encima de Ter y de su pelo multicolor. Ella seguirá haciendo vídeos, ensalzando el empoderamiento de las Kardashian y haciendo sonar su ukelele contra Arturo Pérez Reverte y Jorge Cremades.

En tus vídeos no tiemblas al comparar a Malévich con las Kardashian o El padrino con un videoclip de Beyoncé. ¿En qué momento decides traspasar el límite entre la alta y la (mal llamada) baja cultura?

Me empezaron a interesar las celebrities en 2006, con el nacimiento de YouTube, que es cuando las observé más allá de sus producciones, canciones o películas. A partir de ahí ha sido bastante progresivo. Necesitaba poner en palabras por qué me interesaba tanto un mundo que está tan mal visto, que es tan despreciado.

Me llamaba la atención que hubiese cosas que sí eran comúnmente respetadas. ¿Por qué nos enorgullece conocer el suprematismo ruso y no el show de las Kardashian? Empecé a relacionar estos conceptos porque pienso que todos los gustos son igual de respetables y no creo que exista una alta y una baja cultura.

En cambio, admitir que no te gusta Gabriel García Márquez, Picasso o Quevedo te ha costado muchas críticas. ¿Cómo desaprendes los gustos universales y empiezas a analizar la cultura desde tu punto de vista?

A mí también me los vendieron como referentes intocables. El nombre de Picasso incluso se utiliza de forma ajena a sus propios cuadros, cuando se quiere decir que otra obra es muy buena. Ya está asumido en el imaginario colectivo que es el mejor pintor del mundo. Yo me acuerdo que, instintivamente, Picasso no me gustaba. Pero tampoco quería llevar la contraria.

Y luego hay otro tema. ¿Por qué nunca me han hablado de arquitectas o pintoras mujeres? ¿Es que no había o fueron obviadas? Creo que es una mezcla de las dos: las pocas que conseguían destacar, más tarde eran ninguneadas en la historia. Empecé a investigar y encontré a pintoras maravillosas, pero en la universidad y el colegio solo mencionaban a Picasso.

Recuerdo que en una de mis primeras asignaturas en Arquitectura, mi profesor nos dio una lista con las figuras más importantes del siglo XX. Estaban Le Corbusier, Mies van der Rohe, Lloyd Wright o Alvar Aalto. Lo tenía normalizado, hasta que hace unos años miré mi estantería y vi que todos mis libros de arquitectura estaban escritos por hombres.

Esto tiene que ver con una labor de deconstrucción de lo que te han enseñado desde pequeña. La intención no era desprestigiar el trabajo de Picasso, sino decir que a mí no me interesa y abrir una inquietud hacia otras muchas cosas. Yo paso de Picasso, pero tú no tienes por qué hacerlo.

¿Crees que estas teorías argumentadas se tomarían más en serio si las hicieses desde una columna de opinión o un ensayo? ¿Quizá YouTube es una plataforma desprestigiada?

A lo mejor sí. Podría haber escrito un libro, una obra de teatro o un artículo, pero siento que YouTube es lo que más me representa. Quizá la gente que no respeta esta plataforma es la misma que piensa que no se puede tocar a Picasso. Qué voy a hacer ante eso.

Lo bueno de YouTube es que he creado mi propio espacio y la gente entra a mis vídeos haciendo un esfuerzo, porque hay otras mil cosas que ver. No soy yo la que voy a sus casas a decirles que lo que han pensado siempre está mal. Ofenderse por lo que dice una persona en su propio canal me parece estúpido. 

Con la presión del aumento de seguidores o las visitas, ¿te vuelves más rigurosa en tus vídeos?

No de forma consciente. Pero sí que, al sentir que hay más gente mirando, me esfuerzo por justificar y documentar mejor los vídeos. Pero, ¿qué es el rigor? Todo lo que te enseñan en la Universidad se presupone como riguroso. Sí, pero ahí solo me han hablado de arquitectos hombres. Pues vaya rigor.

Yo hablo de las cosas que a mí me interesan. No intento convencer a nadie ni hacer teorías científicas. Aunque me encantaría conseguir que lo que cuento fuese el equivalente a estar con probetas en un laboratorio. Y eso es muy difícil. Pero sí que puedo decir que hay mucho trabajo detrás de mis vídeos. 

Cada vez hay más polémica por la calidad del contenido que se da en estas plataformas. ¿Pesa sobre un youtuber la responsabilidad del mensaje que se transmite? 

Sigo pensando que un creador de contenido no tiene ningún tipo de responsabilidad moral, ética o intelectual. La única persona responsable de sus actos es ella misma, no las influencias externas que reciba. Intentar buscar culpables o hacer juicios morales de otros me parece peliagudo. Todos hacemos cosas mal constantemente.

Los creadores con mentalidades retrógradas son un reflejo de la sociedad. No es que ellos eduquen así a la sociedad. No va a haber más gente machista porque Cremades haga vídeos machistas. Como la sociedad es machista, él hace un tipo de vídeos con esa mentalidad.

Sorprende la cantidad de detractores que tienen tus vídeos en comparación con otros. Un formato bastante sano en el que aplaudes lo que otra gente desprecia. ¿Por qué crees que ocurre?

He llegado a la conclusión de que mis haters son personas con un odio, frustración o decepción previas que necesitan canalizar por algún medio. Y ese medio es mi canal. Es como la termodinámica. La energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Lo que sí me parece un paso más es dejar un comentario hiriente. Yo no lo haría porque entiendo que al otro lado hay una persona que lo va a leer. Ahí entra en juego la empatía del espectador. 

¿Cómo has llegado a relativizar los insultos?

Para empezar, no los veo como insultos. La primera vez me llamaron analfabeta, que bien pensado es un comentario muy clasista. El siguiente que recibí fue puta y para mí puta es una profesión, no algo ofensivo. Feminazi no sé ni lo que significa, todavía estoy esperando a que alguien me explique cuándo ocurrió el Holocausto feminista. 

Son insultos que forman parte de un imaginario colectivo, del que también yo formé parte, pero que ahora siento muy ajeno. No estoy fuera de la estructura social en la que vivimos, pero de repente hice click y me desligué. 

La gente reconoce como insultos machistas el de guarra o puta, pero cuando te llaman analfabeta o ignorante, ¿sientes que intentan desprestigiar tu trabajo por ser mujer?

La mayor parte de los insultos que recibo en YouTube son por ser mujer. Vienen desde un lugar muy machista porque dan donde ellos piensan que más duele.

Analfabeta no es un insulto solo dirigido a mujeres, pero dependiendo del contexto sí que puede ser machista. En mi caso, que hablo sobre las Kardashian u otro tipo de cultura, es una forma de frivolizar mis intereses y reducirlos al nicho "de las chicas". Una forma de reírse de la concepción más superficial y cutre de este mundillo. 

De hecho, una de las lecciones que aplaudes de las Kardashian es que ayudasen a acabar con el ideal homogéneo de belleza en la mujer.

En los 90 la belleza era piramidal. La cúspide era la mujer rubia, de pelo liso, blanca, alta y muy delgada. Justo debajo de este cánon de belleza estaba cualquier cosa que se pareciese a este estereotipo; y abajo del todo estaba lo que no se parecía en nada. 

Esta forma de pirámide hacía que las mujeres tuviesen algo a lo que aspirar. Las Kardashian -y otras muchas mujeres- lograron subir toda la base de la pirámide al mismo nivel que la cúspide. Se creó una línea con un montón de variables por en medio y todos los tipos de belleza estaban a la misma altura. 

¿Incluso aunque no sean ejemplos de belleza natural?

Kim Kardashian decidió ponerse más culo y tener una estética fuera de la norma en 2007, pero no estaba imitando a nadie. Estaba creando su propio cánon de belleza. Está muy bien estar a gusto con tu cuerpo y también querer cambiar cosas de tu cuerpo si eso te hace sufrir. Lo que en general nos ha hecho mucho daño a las mujeres ha sido esa comparativa con el ideal de belleza. Es una tortura psicológica y emocional.

Después empezaron a surgir las redes sociales, con tantos tipos de belleza y todas tan bonitas. Estamos alcanzando una mentalidad en la que ya no hay un ideal. Ese ideal que viene de los griegos, de su cánon de belleza, de la proporción áurea, de las ocho cabezas. ¡Qué tortura! ¿Y si no tienes el número áureo? Es tan estúpido. Así que ellas me ayudaron a entender que la belleza no era una pirámide, sino un plano infinito.

Aún así, las Kardashian y el mundo celebrity en general representa ese culto al cuerpo que tanto ha combatido el feminismo. ¿No sigue siendo el resultado de un sistema opresivo?

Conozco a muchas feministas y cada una entiende el feminismo de una manera. Aunque buscamos lo mismo, hay distintos caminos para llegar a ese bien común. La base es no pelearnos entre nosotras, sino dialogar, pensar y sacar conclusiones.

Por ejemplo, con el maquillaje cada día cambio de opinión. Hay veces que pienso que forma parte del heteropatriarcado, y hay otras que no. El maquillaje es la manera que tienen muchas personas, ya no solo mujeres, de expresar su interés artístico y estético. Hacen verdaderas obras de arte, pero en vez de usar un lienzo lo hacen sobre sus caras. No me creo que esa persona haya estado tres horas haciéndose una sombra de ojos para el disfrute de los demás. 

Pero también entiendo el discurso de la presión sobre el físico la mujer. Hay conceptos que en un inicio forman parte del heteropatriarcado, pero que luego nos apropiamos y sirven para empoderarnos. Todo lo que haga sentirse más fuerte y más poderosa a una mujer, me va a parecer bien.

Al mundo celebrity y a los realities les rodea cierto esnobismo cultural. ¿Qué es lo que te llevó a admirarlo y a defenderlo en público?

Hay algo que no soporto, que es cuando me rebaten diciendo: "eso también lo podría hacer yo, vivir del cuento". Pues hazlo. Como cuando dijeron que Britney Spears era un producto creado por los empresarios y que podría haber sido ella o cualquier otra. Entonces, ¿por qué no eres tú Britney Spears? Odio que se despersonalice con tanta facilidad.

Por otro lado, es admirable el aguante emocional que tienen. La gente los ve como ídolos en los que proyectar sus ilusiones, frustraciones y expectativas. Ellos reciben una energía emocional constante y no debe ser nada fácil. Cuando Britney Spears tuvo su crisis en 2007, fue un hito. La muestra de cómo una persona no pudo más y explotó. Lo que me pregunto es cómo no ocurre más entre las celebrities. Solo tengo agradecimiento hacia ellas, porque son personas que se sacrifican para que seamos más felices y estemos más entretenidos. 

Tu libro, El poemario de las famosas, ya va por la segunda edición. ¿Habría ocurrido sin el impulso de YouTube?

Los youtubers no estamos contratados por YouTube, es solo la infraestructura donde volcamos nuestro contenido. Lo que sí ha fomentado la plataforma es que cada persona pueda montarse su propio proyecto y gestionarlo. Es la recompensa que recibes por estar tan expuesto.

Yo me alegro porque el feedback del libro está siendo muy positivo. Estoy recibiendo críticas muy buenas de personas que han leído mucha poesía y también de gente que no la ha leído nunca y se ha interesado a través de mi libro. Son puntos de vista distintos e igual de valiosos. Pero si a alguien no le gusta, está en su derecho. Igual que yo lo digo sobre los cuadros de Picasso, lo pueden decir de mi libro (ríe)

Siendo YouTube una plataforma que ha lanzado a tantos creadores en los últimos años y que tu canal va tan bien, ¿te genera un poco de ansiedad el futuro?

Yo me metí en YouTube con la mentalidad de no tener que dar explicaciones a nadie. Es lo único que me da cierta seguridad, porque exponerte al mundo de esta manera da mucho miedo. Si en algún momento no pudiese estar en control de todo eso, sí que me generaría ansiedad. 

Con el libro me pasó lo mismo. Aunque son poemas que hablan de famosas, no riman y a la gente le hacen gracia, forman parte de una intimidad que me da mucha vergüenza compartir. También es que llevo ocho meses, soy una pipiola. Seguro que todos los youtubers lo decían al principio.

Por último, como defensora de los duetos femeninos como fuerza duplicada. ¿Para cuando uno entre Amarna Miller y Ter?

Yo me hice muy fan de Amarna en 2014, cuando se abrió ante mí un mundo nuevo en el porno que desconocía. Siento mucha admiración por su canal y me encantaría hacer un vídeo con ella. Espero poder decir en poco tiempo que se ha hecho realidad. 

Ter responde a Pérez Reverte y a otros 5 señores


Feminismo, 'bondage' y superhéroes: el insólito origen de Wonder Woman

0
0

No fue la primera superheroína del cómic, pero sí que ha sido la más importante e influyente. El estreno de su nueva película, batiendo récords de taquilla, ha revitalizado el Universo DC cinematográfico -que lleva demasiado tiempo oculto bajo un manto de tenebrismo- y ha renovado el interés por una heroína que nunca ha dejado de estar de moda.

Wonder Woman ha sabido, al menos en el papel, reinventarse constantemente: de su categoría de icono pop escasamente subversivo, gracias a la mítica y adorable serie de televisión de Lynda Carter, a la increíblemente mítica etapa de reinvención en los ochenta, capitaneada por George Pérez, pasando por versiones tan interesantes como la última y fundamental de Greg Rucka.

Sin embargo, hay una etapa, la primera de todas ellas, que duró hasta los años cincuenta y estuvo capitaneada por sus creadores literarios y gráficos originales. Ya en esta primera época Wonder Woman exhibió buena parte de las características que no se separarían nunca de ella: un retrato fuerte y primario de la mujer; un feminismo esencialista con raíces en la mitología y la cultura clásica, pero a la vez muy consciente de los cambios sociales que estaban teniendo lugar en la época; y, por supuesto, una clara consciencia de que el comic-book era el medio perfecto para entretener, educar y transmitir. Los tebeos de superhéroes de una treintena de páginas eran un medio recién nacido que estaba ganando popularidad a una velocidad monstruosa.

Las mentes maestras

William Moulton Marston, creador de Wonder Woman y guionista del personaje hasta su muerte, nació en 1893 y pronto demostró un carácter hipersensible y peculiar: se planteó el suicidio en su primer semestre de estudios cuando advirtió la dificultad de la carrera de Psicología.

Pero su voluntad fue más fuerte que la adversidad, y tanto con ésta como con la de Derecho bajo el brazo comenzó una brillante carrera profesional, iniciando estudios sobre temas que luego influirían en la configuración de la inimitable amazona de los cómics. La dominación y la sumisión, la verdad y la mentira (Marston siempre presumió de haber inventado la máquina de la verdad), la voluntad y el carácter femenino.

Su atrevida visión de muchos de estos aspectos y su desprecio hacia los convencionalismos educativos de la academia le brindaron buena parte del carácter que necesitó para configurar Wonder Woman.

Pero hacía falta más. Una mujer, claro: Elisabeth Holloway se casó con Marston en 1915 e inició con él una relación tan íntima y creativa que, aunque Marston ha permanecido en la memoria oficial como el creador de Wonder Woman, entre el fandom nadie niega la participación clave de Holloway a la hora de configurar a la heroína.

De hecho, es habitual otorgar también crédito a una segunda mujer algo más joven, Olive Byrne, a la que el matrimonio conoce en 1925 y con quien inician una relación sentimental tricéfala y consensuada (las dos serían madres de un par de hijos de Marston cada una).

Ambas fueron mujeres avanzadas a su tiempo: Holloway perteneció a la primera generación de feministas que se definió como tal, y Byrne era la combativa sobrina de nada menos que la histórica luchadora por los derechos de la mujer Margaret Sanger. La primera aportó a Wonder Woman su ideario y la segunda, su juvenil e imparable carácter.

En una entrevista con Marston de 1940, hecha por la propia Olive Byrne y firmada bajo seudónimo en la revista The Family Circle , el creador asentó las bases de sus teorías acerca del comic-book como medio educativo y difusor de ideas, sin por ello perder un carácter popular y de entretenimiento.

Fue ahí donde habló de la conveniencia de crear una superheroína que contrastara con tanta testosterona enmascarada. La entrevista fue leída por Max Gaines, entonces editor de All-American Publications, empresa fundamental para entender el tebeo superheroico, y que dio su primera oportunidad a la creación de Marston. Éste no disfrutaría demasiados años del éxito: Marston murió tras un cáncer fulminante en 1947, con 53 años y solo seis años después de la creación de la heroína. 

Se debe añadir a este equipo creativo inicial la presencia del dibujante Harry G. Peter, visionario ilustrador que dio un uniforme y características físicas a la heroína que apenas ha sufrido cambios hasta hoy. Estuvo al frente de los dibujos de la serie hasta su muerte en 1958 y le otorgó al personaje una dignidad regia y firme alejada del elástico dinamismo de otros superhéroes de la época. En su excelente y recién publicado ensayo sobre el personaje, Wonder Woman - El feminismo como superpoder, Elisa McCausland cita como referentes del trabajo de Peter a las ilustraciones de pin-ups del pionero Charles Dana Gibson y del inevitable Alberto Vargas. Peter creó una heroína que gracias a los guiones de Marston tenía un carácter sensible y humano, y debido a la formación artística de Peter, unos rasgos inevitablemente femeninos, pero a la vez una corporeidad robusta e imponente. El modelo de una nueva mujer para el siglo XX.

Así se crea una supermujer

Wonder Woman se benefició de nacer en un momento idóneo para la industria del cómic. Había pasado el momento de los comics distribuidos en prensa, y las revistas conocidas popularmente como comic-books movían a millones de lectores. El género que hoy es mainstream dentro del medio, los superhéroes, gozaban en el momento de la creación de Wonder Woman una fama inusitada gracias a personajes como Superman, creado en 1938, solo tres años antes. Pero Wonder Woman llegó a vender medio millón de ejemplares de su propia publicación en su primer año de vida, superando en algunos momentos al mismísimo Superman. ¿A qué se debía este atractivo? ¿Dónde residía su magnetismo? 

Por encima de todo, en el carácter franco, refrescante y liberador de la condición femenina de Wonder Woman: el primer texto que puede leerse en una historieta del personaje dice “En un mundo hecho trizas por los odios y las guerras de los hombres, aparece una mujer para la que los problemas y los temores de los hombres son juegos de niños”. La filosofía de Marston está clara: la sensibilidad e inteligencia de las mujeres las pone en una condición a la que los hombres, enfrascados en sus ridículos conflictos territoriales o de exhibición de ego, no son capaces ni de comenzar a comprender. Pero esto no se manifiesta a través de la agresividad o la guerra de sexos, dado el carácter conciliador y eminentemente femenino de Wonder Woman. Y quien mejor lo entiende es aquel que en otras circunstancias habría estado llamado a ser el héroe de la historia, el oficial Steve Trevor que descubre la Isla Paraíso donde viven las amazonas por accidente: siempre un comparsa pero también un comprensivo apoyo de una diosa que, física y mentalmente, está por encima de él. Una circunstancia que Marston no se preocupa de justificar dada la flagrante obviedad, en la mente del guionista, de esta superioridad, tal y como justificó una y otra vez en múltiples entrevistas y textos académicos.

Es conveniente subrayar que pese a lo chocante que puede resultar el concepto, la creación de Marston estaba lejos de ser conflictiva. Wonder Woman exhibe unos valores conciliadores y humanistas pero, como las sufragistas que influyeron en los valores que propaga la heroína, no está dispuesta a dar un paso atrás. El otro icono femenino que maneja Wonder Woman, el de las amazonas (y que no solo tiene una raíz mitológica, sino que sirvió para definir un tipo muy particular de protofeminismo), también funciona en esa dirección: un grupo de iguales que viven en paz y concordia son invadidas por los hombres, y una de ellas sale al mundo a lanzar un mensaje de justicia e igualdad.

Quizás el resumen perfecto de esta personalidad coherente pero aparentemente contradictoria esté en las muy difundidas y comentadas incursiones de la heroína, en esta primera etapa, en algunos códigos visuales del BDSM, el bondage y el sadomasoquismo. Por supuesto, todo desde una perspectiva completamente pop: Wonder Woman, como heroína cuyas raíces estéticas se hundían en las chicas de portada pulp, aún cuela en sus viñetas una buena cantidad de secuencias en las que la protagonista es atada e inmovilizada casi hasta la asfixia, en ocasiones en poses claramente provocativas.

Pero Marston veía estas viñetas de otra manera, más allá del obvio recurso comercial: la sumisión voluntaria, igual que los juegos consensuados del BDSM, es parte de la ética de Wonder Woman, que transmite que un sometimiento parcial es esencial para el buen discurrir de una relación. Todo ello deriva de las relaciones personales de Marston, donde entra en juego una nueva amante, Marjorie Wilkes Huntley (bibliotecaria que inició al clan Marston en el bondage y que acabaría entintando Wonder Woman), y que enseñó a la insólita familia juegos eróticos en los que cada una de las “unidades del amor” que participaban asumían papeles de “líderes del amor”, “amantes” o “chicas del amor”. 

Pero hay más: las cadenas que tan a menudo aparecen sujetando a Wonder Woman (la única forma de inmovilizar a la heroína es sujetando sus brazaletes imbuídos de poder) son iconos de la lucha feminista. Los panfletos que Byrne, su madre y su tía distribuían ilegalmente hablaban del control de natalidad usando las cadenas y las ataduras como símbolo. Y las cadenas son una forma expresiva de la lucha sufragista, desde que un grupo de mujeres se encadenara a las puertas de la Casa Blanca en 1917.

Todo un entramado de influencias y signos que delataban una visión única por parte de Marston y sus compañeras y que han acabado dando una vitalidad única a Wonder Woman. Más de ocho décadas después de su creación, su lucha contra la opresión es más actual que nunca.

Emilia Clarke: el sexismo en Hollywood es "como lidiar con el racismo"

0
0

Emilia Clarke, actriz de Juego de Tronos que da vida a Daenerys Targaryen, ha denunciado en una entrevista a la revista Rolling Stone cómo ha sido tratada de forma diferente en los rodajes por el simple hecho de ser mujer y lo ha comparado con el racismo.

"Me siento ingenua por decir esto, pero es como lidiar con el racismo", ha asegurado. "Eres consciente de ello, pero un día vas y, oh dios mío, está en todas partes (...) Es como si despertases de repente, 'Espera un segundo, estás... ¿estás tratándome diferente porque tengo un par de tetas? ¿Está pasando esto de verdad?", añade.

Clarke explica que le llevó "un largo tiempo" ver que realmente era "tratada de forma diferente", pero ahora "miro alrededor y es mi día a día".

La 'madre de dragones' señala hechos como que por regla general tienen menos frases que los hombres, aunque sean las protagonistas, o que tienen que llegar horas antes al set de rodaje para las sesiones de peluquería y maquillaje.

La actriz, que durante varias temporadas se negó a rodar escenas desnuda, reivindica en la entrevista que es compatible grabar este tipo de escenas con luchar por la igualdad y ser feminista. "Eso no me impide ser feminista. Como, ¿sabes qué? Sí, llevo rímel y también tengo un alto cociente intelectual, ambas cosas pueden ser una y la misma". 

Clarke asegura además que se siente "jodidamente afortunada" por poder interpretar a una líder femenina fuerte como es Khaleesi, personaje que ve incrementado su poder a medida que avanza la serie de HBO que estrenará el próximo 17 de julio su séptima temporada. 

La actriz recuerda que las mujeres a lo largo de la historia "han sido grandes líderes" por lo que personajes como el suyo son claramente necesarios dado el "clima político que estamos viviendo". 

"No estamos educados para dar apoyo emocional a una víctima de violación"

0
0

11 de la noche en el metro de Barcelona. Una mujer se encara con dos vándalos. Al llamar su atención, los adolescentes la persiguen y la fuerzan, a punta de navaja, a realizarles una felación. Aún paralizada en el suelo por el miedo, ve como sus dos atacantes atrapan a una joven y le rajan la ropa con el cuchillo. Huye. Echa a correr como todos los que han pasado de largo en el metro sin socorrerla. Ella es Janine y es Brava, la última película de la directora catalana Roser Aguilar. 

La violencia sexual aún es la asignatura pendiente del medio audiovisual. Cuando no es representada como romántica, se ceba en el dolor superficial de la víctima. Desde hace algunos años, sin embargo, están surgiendo proyectos poderosos que no temen en situar al espectador en una posición incómoda y real. Paulina, ganadora del gran premio de la Crítica en Cannes 2015, y la que nos ocupa son dos grandes ejemplos.

Ambas eluden ese "plano voyerista de la segunda fila" que criticaba el filósofo Eloy Fernández Porta sobre las escenas de violación en el cine. Roser Aguilar lo quiso así para poner a prueba a una sociedad "anestesiada ante el dolor ajeno". Brava, que llega a los cines este viernes, hurga en la herida que no se ve. En esa sensación de soledad, incomprensión y vergüenza que atormenta a la víctima tras la agresión y, en el caso de Janine, de remordimiento por no haber ayudado a otra mujer en peligro.

"Al principio, quería hablar del dolor y del miedo de una mujer, lo de la violencia sexual salió más tarde. Trabajando en el guion, vimos que la mejor opción para proyectar los dilemas morales de la protagonista era a través de temas de género", cuenta Aguilar en una entrevista con eldiario.es. La directora asume feliz su papel al visibilizar la cara más machista de la sociedad, aunque esta no fuese su intención primigenia. "Sin querer, al ser mujer, todo eso sale", explica.

Ante una evidente carencia de historias contadas por directoras, la barcelonesa sí quería darle un enfoque femenino a su cuento de superación. Estas pinceladas de sutileza se notan sobre todo en Janine, la protagonista interpretada por Laia Marull. Mujer de cuarenta años, con pareja estable pero sin hijos, exitosa en el trabajo y con un futuro proyecto de vida en China. Alejada de la ristra de estereotipos que reinan en la ficción, el personaje se muestra maduro, introvertido y emocional de manera natural.

"Si las mujeres contamos historias, usaremos un abanico más amplio que el de las tías sexys de 25 años. Que está muy bien, pero es injusto que solo veamos ese reflejo o el de la madre de familia sufridora", dice convencida. Esa madurez y respeto, Aguilar los proyecta en el uso la cámara, donde la agredida nunca es observada con condescendencia tras la violación ni se deja llevar por la pornografía sentimental.

Janine no solo es víctima, sino también su propio verdugo. Más allá de los efectos de la agresión, la película gira sobre la culpa y la expiación de nuestros fallos morales. Es humano correr si se tiene miedo. Es comprensible el instinto de supervivencia. Se sabe que la superación de un trauma está llena de zonas grises. Entonces, ¿por qué no vemos todo esto en la ficción? "Me interesaba hablar de esas zonas oscuras y tan difíciles de transitar. Intenté humanizar los sentimientos que aún son un tabú en el cine y en la vida", cuenta Roser Aguilar sobre su valiente e imperfecta protagonista.

Falta de educación emocional

Brava bebe de varias fuentes como la crisis económica, la violencia endémica en las grandes ciudades y, sobre todo, la bondad de esas personas que arriesgan su vida de forma cotidiana por defender a desconocidos. "La sociedad nos transmite el mensaje de que pasemos de largo ante las injusticias. Pero, ¿qué pasa si todos hacemos eso?". El resultado es un bombardeo de noticias dramáticas que convierten a los habitantes de "estos tiempos oscuros" en una masa sin empatía.

"¿Cómo se soporta el dolor psíquico? ¿Con ayuda o en soledad? Quise poner a esta mujer en situaciones que fuesen fáciles de reconocer y que nos despertasen del letargo. Estamos demasiado acostumbrados a la violencia", resume. En la película, Janine confiesa su agresión a su pareja y a su padre, pero ninguno le brinda apoyo más allá de las soluciones pragmáticas o de las lecciones vacías de vida -de todo se sale-. 

"¿Por qué no estamos mejor educados emocionalmente o preparados para afrontar situaciones duras? Es absurdo. Están ocurriendo violaciones continuamente y la sociedad no está educada para dar apoyo emocional a la victima", se replantea Aguilar. La directora piensa que, "hasta que no se elimine el tabú de las agresiones, la sociedad será más débil como conjunto y las mujeres estarán más indefensas". 

Durante la promoción, Roser Aguilar se ha sorprendido de que su película despierte el debate y haya alimentado tantas preguntas. "No se habla del tema porque molesta y duele. Es muy horrible. Quiere decir que la sociedad está un poco podrida, o quizá bastante", reflexiona. La barcelonesa piensa que es horrible que aún se culpe a las víctimas de violación y espera que Brava, sin pretender dar lecciones, abra alguna mente al respecto. 

Janine es una muestra de que se puede tener arrojo y temor al mismo tiempo. "Me han dicho que no es valiente, que es una cobarde, pero la tía toca fondo, llega a la puerta del infierno, para más tarde salir y plantar cara. No hay nada más valiente que eso", dice orgullosa.

Por eso, Roser Aguilar eligió el título de Brava. En homenaje a todas aquellas que fueron derribadas y se levantaron. Las que tuvieron que justificar su valentía por partida doble. Las silenciadas en la sociedad y en la gran pantalla. Las que apostaron por una historia de mujeres y, tras años de intentos, han conseguido llegar a las salas. Bravo por todas ellas.

'The love witch': una experiencia estética de muerte, amor y feminismos

0
0

Hace cerca de una década, la polifacética artista Anna Biller debutó en el campo del largometraje con Viva, un acercamiento a la revolución sexual de los años 70 que se inspiraba en el estudio del cine sexploitation aportándole una perspectiva femenina. Con The love witch, sube la apuesta mediante una propuesta sorprendente, desconcertante, conceptual y estéticamente arrebatadora.

La protagonista del filme, Elaine, es una bruja que huye de la ciudad después de que su marido muera en circunstancias extrañas. Se instala en una pequeña población californiana, dispuesta a vender sus productos artesanales en una tienda local. Por encima de todo, está decidida a perseguir nuevas oportunidades de amar. Porque, como ella misma dice, es una adicta al amor.

Biller firma una propuesta difícil de clasificar, sensual y estética, pero también política. Replica de manera artesanal los colores pastel del Hollywood que, en los años 50 y 60, filmaba la guerra de sexos en forma de comedia androcéntrica con tonos Technicolor. Y añade a la ecuación unas gotas de gusto por los espectáculos de variedades burlesque. Se trata de ofrecer "una experiencia cinematográfica placentera", en palabras de la autora, que a la vez trata de asuntos "extremadamente oscuros": la mujer enamorada se entrelaza con la femme fatale, el deseo lo hace con la obsesión y la muerte. Y sí, en esta ocasión podemos hablar (quizá más que nunca) de una autora. Porque Biller se multiplica como productora, guionista, diseñadora de vestuario e interiores...

La cineasta nos transporta a un mundo con tecnología moderna y estilismo retro. La audiencia viaja a una extraña realidad paralela en la que se diría que la cultura hippie triunfó. Cultos alternativos, como el de las brujas, se han asentado como una presencia underground pero cotidiana dentro de la sociedad.

Las ocurrencias, orientadas a desconcertar y solazar a la audiencia, se entrelazan con las cargas de profundidad. Quizá la autora solo juega con el público al diseñar un presente fifties de tonos Technicolor, con salones de té donde suena música de arpa. Pero también hace emerger las contradicciones internas de películas como The wicker man. Ese pequeño clásico de Robin Hardy, estrenado en 1973 e hijo del choque cultural entre hippies y conservadores, trataba de un aparente matriarcado gobernado por un hombre.

En The love witch, por su parte, se nos muestra un culto que trabaja la soberanía femenina a través de la brujería, liderado por un maestro paternalista y que se cree con derecho a tocar a sus discípulas. La crítica es evidente, y Biller la ha explicitado en declaraciones públicas: la revolución sexual le parece un fenómeno asimétrico, y androcéntrico, que no liberó a las mujeres de la manera prometida. A través de la letra de su película, y también de la manera de filmar situaciones y cuerpos, la autora camina por el alambre del sexploitation. Y consigue una mirada propia que se distancia del cine terrorífico que usaba (y usa) el desnudo femenino como simple reclamo. 

Víctima del amor

The love witch no es una película de terror al uso, ni tampoco una comedia satírica como mandan los cánones, sino una rareza agridulce y rica en diálogos-debate sobre las diferentes concepciones del amor, los sexos y los géneros. Su protagonista tiene algo de versión hipersensual e inquietante de las hechiceras enamoradas de ficciones más cándidas como Me enamoré de una bruja. Añade, eso sí, muchas dosis de sexualidad, humor negro y acidez.

Entre bromas y veras, Biller lanza alguno de los dardos más evidentes al amor romántico y sus peajes. Elaine quiere amar, no importa a quién, y cree que para amar debe ser la persona que su amante desee, sin que tampoco importe qué papel deba acabar representando. Su empoderamiento mediante la magia y el uso del cuerpo es solo aparente, porque se basa en la sumisión a la mirada de un otro.

Eso no implica que esta bruja del amor sea conformista. Sus amantes le resultan siempre decepcionantes. Es algo comprensible, porque los personajes masculinos parecen una parodia de los héroes del macartismo: galanes de madera con evidentes difícultades para gestionar sentimientos complejos. De alguna manera, aunque quizá no sea la voluntad de la creadora, también pueden verse como víctimas del sexismo. Estar acostumbrados a un reparto marcado de roles, a una masculinidad poco sentimental y más bien lacónica, les convierte en seres desbordados por el arrollador amor mágico de Elaine.

Ante una realidad frustrante, la protagonista sigue buscando ese amor intenso, único, irrepetible, que prometen los cuentos de hadas y que nadie parece capaz de darle. No hay enemigos malvados que obstaculicen voluntariamente el camino de la protagonista. No estamos ante una de esas películas que guiñan el ojo a los feminismos pop con empoderamientos basados en el ejercicio de la violencia, y que encuentran su catársis en la muerte de monstruos que pueden ser dioses (como el Ares de Wonder Woman) u hombres (el Immortan Joe de Mad Max: furia en la carretera). Quizá porque Biller es consciente que no existen los monstruos, sino dispositivos de creencias que facilitan la comisión de actos monstruosos. Y porque su protagonista no solo es una víctima del amor romántico, sino también una verdugo llevada por el narcisismo más extremo.

Por el camino, sea en forma de homenajes directos (Hitchcock), citas (diversas músicas que Ennio Morricone compuso para películas de terror) y ecos (como el folk horror británico de desnudos rituales), The love witch regala elementos para seducir a una parte de la cinefilia con su envoltorio formal. Pero no nos ofrece un cóctel de referencias sin discurso concreto, en la linea de algunos exponentes de la escuela tarantiniana.

Las imágenes rodadas por Biller, como las bebidas que sirve la bruja protagonista, incluyen un hechizo en forma de discurso feminista. Un discurso controvertido, abierto a interpretaciones, que fricciona con los modelos cinematográficos de los que parte. Y que nace para generar debates animados sobre nuestras maneras de vivir, amar... y contradecirnos.

Unas horas sin distinción de géneros en el planeta feminista de Ursula K. Le Guin

0
0

Hay dos damas de la literatura que han vuelto este año a la palestra gracias a sus universos ficticios. Ambas son feministas, activistas del medio ambiente y, hace cuarenta años, fueron pioneras al disfrazar los debates de género de ciencia ficción. Margaret Atwood y Ursula K. Le Guin nunca se fueron del todo, pero su obra debería ser lectura de urgencia en los tiempos que corren.

Cuesta creer que Atwood crease la república teocrática de Gilead en los años 80. El cuento de la criada, como dijimos, es tan rabiosamente contemporánea que parece el presagio de un futuro inminente. Es un  lugar donde la presencia de las mujeres se limita a cumplir su labor reproductiva e interceder lo mínimo en el pensamiento crítico de la sociedad. Ursula K. Le Guin, en cambio, imaginó una realidad paralela más amigable para el género femenino y para la humanidad en su conjunto.

Gethen, más conocido como Invierno, es un planeta extraterrestre en el que no existe una distinción de géneros. Sus habitantes son hermafroditas durante tres semanas al mes, excepto una en la que pueden adoptar características fisiológicas masculinas o femeninas. Le Guin presentó La mano izquierda de la oscuridad en 1968, cuando los debates sobre el género fluido o transgénero eran inexistentes. Ella siempre ha dicho que su novela representa un "activismo deliberado", tanto contra la misoginia y la transfobia, como el racismo y las políticas belicistas.

Su bravo discurso ha sido tomado como documentación sociológica fuera del tan denostado arte de la ciencia ficción. Las últimas en dejarse inspirar por el planeta Invierno han sido dos organizadoras de la Plaza en Verano del Matadero. A través de música y performances, Gema Melgar y Sonsoles Rodríguez recrearán el próximo sábado este frío universo en medio del bochorno madrileño.

"En este mundo de posverdad, recurrir a la ciencia ficción es una herramienta muy útil para plantear nuevos discursos", cuenta Melgar a eldiario.es. Primero crearán un ambiente relajado, cercano a ese estado superior que definió K. Le Guin en su libro llamado Handdarata, con el artista Álvaro Chior.

"Toma prestadas técnicas de la reflexología. Hay un punto en la mano que, si se aprieta, te crea una sensación de caída al vacío y entras en un estado de relajación total. Esa caída se relaciona en la novela con una mejora de la consciencia y una percepción sensorial magnificada", desvela la organizadora.

Tras alcanzar el Handdarata, la artista visual y música Raisa Maudit subirá los decibelios con su actuación Pelea con el diablo. "Vimos que ella era perfecta para representar ese periodo en el que los habitantes de Invierno eligen entre el género masculino o femenino. La autora lo llama kémmer y es cuando están más radiantes y con más ganas", explica Melgar.

Ese fue el concepto que más interesaba explorar a las dos organizadoras. En La mano izquierda de la oscuridad, la escritora estadounidense considera que el kémmer puede poner en riesgo otros aspectos políticos de la sociedad. Esta falta de dualidad de género es lo que garantiza la inexistencia de guerras o conflictos en Invierno. Ursula quiso deshacerse de la idea del "otro" por ser la causante de la intolerancia y el desencadenante de la violencia.

En Gethen son todos iguales para arrancar las distinciones propias de la sociedad y específicas del género. "Es el punto de partida del universo de la autora y a nosotras nos interesó porque las programadoras de los sábados de la Plaza en Verano son todas mujeres. Esa cuestión de género estaba siempre presente", dice Gema Melgar.

Breve acercamiento a la sexualidad del Invierno

El protagonista de La mano izquierda de la oscuridad es un hombre normal que aterriza en Invierno para negociar de parte de la federación de planetas. Genly Ai traerá consigo todos los prejuicios de una sociedad dividida por géneros y por la que considera a los gethenianos "hombres desgraciadamente afeminados". Ursula K. Le Guin no le retrató como un "misógino malvado", sino un hombre con las opiniones emponzoñadas de su lugar de origen, pero también dispuesto a aprender y a empaparse de esta raza increíble.

"Ha aceptado que las mujeres, según su sociedad, son más débiles que los hombres, más tortuosas, menos valientes y físicamente e intelectualmente inferiores. Este prejuicio de género ha existido durante miles de años en tantas sociedades diferentes que no dudé en llevarlo al futuro", comentó la autora al New Yorker hace unos años.

Aunque reconoce que se planteó poner de protagonista a una mujer, el riesgo ante un batacazo en las ventas le hizo decantarse por Genly Ai. "En 1968, la ciencia ficción no era cosa de mujeres. Se trataba de hombres. Sentí que ya estaba tomando mucho riesgo con esta raza sin asignación de género. Quizá debí arriesgarme más", meditó décadas más tarde.

Pero como decíamos, La mano izquierda de la oscuridad no solo presenta una utopía a nivel de género, sino también de raza y de rechazo de la violencia. De hecho, aunque Genly Ai proviene de un mundo donde existe la división por sexos, se ha erradicado por completo la distinción entre razas. En el libro se señala como una pincelada que el protagonista es negro, pero no se reconoce como tal porque en su lugar de origen el color de piel ya no es una característica etnográfica.

"He aquí mi trampa de activista malvada: Dele a su héroe una piel oscura, pero no diga nada al respecto hasta que el lector esté acostumbrado a identificarse con esa persona, y entonces de repente se da cuenta. ¡Ey, no soy blanco! Pero, ¿sabes qué? Soy humano", explicó entonces Ursula K. Le Guin. Lo maravilloso de esto es que ella tomó esas decisiones hace cinco décadas pensando que en el presente serían cuestiones superadas. Dio una lección de humanidad casi medio siglo atrás, pero nada ha cambiado. 

Hay muchos lectores que a día de hoy siguen dándole las gracias por atreverse a ir contracorriente en un mundo liderado por hombres blancos. "He recibido cartas conmovedoras últimamente de personas de color diciendo que mis libros -sobre todo la saga Terramar- eran los primeros de ciencia ficción o fantasía en los que no se habían sentido deliberadamente y odiosamente excluidos", contó orgullosa.

Esta mujer valiente nos coló el reflejo de las partes más feas y arraigadas de la sociedad a través de una escritura fluida y esclarecedora. Decidió ir por el camino de la ciencia ficción porque, en sus palabras, "crea fantasía sin vulnerar la razón. Pueden aparecer sociedades ajenas, extrañas y desconocidas, pero con una explicación científica para su existencia".

Así que nunca es tarde para visitar el Invierno de Ursula K. Le Guin -ya sea en las páginas o en el Matadero- y hacer un ejercicio de conciencia y admiración por una de las grandes visionarias de nuestros tiempos.

Para su propio concierto para denunciar una agresión sexual entre el público

0
0

Pensándolo bien, lo raro es que no ocurra más a menudo. Hace cuatro días, durante el Lowlands Festival en Biddinghuizen, Holanda, Architects interrumpió su concierto a la mitad para increpar a un asistente por lo que parece haber sido una agresión sexual. 

"Pues llevo un rato dándole vueltas en mi puta cabeza sobre si debería decir algo sobre algo que acabo de ver durante la última canción", dijo Sam Carter, cantante de la banda de metalcore británica, visiblemente enfadado.  "No voy a señalar al mierda que lo ha hecho, pero te he visto agarrándole una teta".

Carter había visto a una chica entre el público a la que cogían entre varias personas y que fue manoseada por un asistente, claramente sin su consentimiento. "He visto a una chica, una mujer -siguió Carter- flotando por allí, y no voy a señalar al pedazo de mierda que lo ha hecho, pero te he visto cogerle una teta, lo he visto. Es jodidamente asqueroso y no hay lugar para esa clase de mierdas". 

"No es tu puto cuerpo! -gritó furioso. -¡No es tu puto cuerpo y no se agarra así a nadie! ¡No en mi puto concierto!" Después de quedarse bien a gusto en el silencio de la sala, Carter dijo: vamos a continuar y hacer que este sea un espacio seguro para todos". Después de un merecidísimo aplauso, el concierto se reanudó. El vídeo del cantante increpando al público tardó menos en llegar a la red que la banda en dejar el escenario. 

Conciertos seguros para todos 

Aprovechar la confusión, el alcohol y la densidad de cuerpos para manosear a mujeres sin su consentimiento es bastante habitual en este tipo de espacios. Lo que no es habitual es que el músico que has venido a ver te llame la atención desde el escenario. Una asociación que trabaja para que estos abusos no sucedan le agradeció el gesto en Twitter: "Hemos tenido una avalancha de actividad gracias a Architects; muchísimas gracias por lo que hiciste. Necesitamos a más grupos haciendo lo mismo".

Casi una tendencia: vigilar a tus propios fans

De hecho, hace tres meses el guitarrista de Circa Survive se bajó del escenario en San Louis para enfrentarse a un hombre por el mismo motivo. Brendan Ekstrom llevaba un rato tocando y viendo cómo una mujer de la audiencia lo rechazaba una y otra vez, y cómo el hombre seguía insistiendo. "Eso no es ligar", le dijo al atribulado fan. 

"Llevaba casi una canción entera viendo cómo un tío que estaba detrás de una chica tratando de besarla -explicó más tarde en Twitter. - A veces parecía que ella estaba de acuerdo pero después de verla apartarle la cara con las manos y tratar de seguir viendo el concierto le pedí al de seguridad que fuera a ayudarla. Pero el guarda no veía a quién estaba yo señalando y la cosa seguía. Bajé del escenario con la cabeza hecha un torbellino emocional. Los de seguridad me siguieron. El hombre se quedó perplejo cuando me vio aparecer como si nada. No se qué pasó después. Volví al escenario y los de seguridad se ocuparon de todo". 

Es probable que, después de la atención mediática que han recibido los dos músicos, otros sigan su ejemplo y empiecen a controlar a sus propios fans. 

Hay un hombre que no existe y que ayudó a dos emprendedoras a combatir el machismo

0
0

Witchsy es un mercado online donde se pueden encontrar obras de arte y artesanía de lo más peculiares. Desde hace un año, la plataforma estadounidense pone en contacto a artistas fuera de lo convencional y compradores en busca de piezas únicas. En la empresa, Keith Mann se encarga de la relación con distintos proveedores, diseñadores o desarrolladores. Gracias a su trabajo, el proyecto va viento en popa. Y eso que Keith no existe.

Penelope Gazin y Kate Dwyer son las cofundadoras de esta tienda virtual de artistas alternativos. Las emprendedoras pronto se dieron de bruces contra las actitudes machistas del mundo de las empresas tecnológicas. Los proveedores se dirigían a ellas con condescendencia, no cumplían los plazos o despreciaban sus ideas por el hecho de ser mujeres.

Hartas de este trato, decidieron crear a Keith Mann, un tipo "trajeado" y "masculino" al que 'nombraron' cofundador y pusieron manos a la obra para encargarse de las relaciones hombre a hombre.

Desde Los Ángeles, Kate y Penelope cuentan por email a eldiario.es que crearon a Keith "como un medio para reiniciar la comunicación" con las personas con las que trabajaban. "Nos dimos cuenta de que nos leían de forma demasiado crítica y en ocasiones con cierta carga emocional", explica Kate. Después de una mala experiencia con un diseñador, decidieron inventarse a Keith y señalan que esto ayudó a cambiar "el impulso del proyecto". 

Antes de usar al socio ficticio como interlocutor, "se producía un montón de retroceso después de contratar a alguien. Cuando queríamos hacer algo, nos preguntaban constantemente '¿estáis realmente seguras?', y teníamos que defender y explicar una y otra vez qué era lo que queríamos. Era agotador", recuerda Kate.

Pero todo cambió con la llegada de 'el hombre'. Cuando él escribía los correos electrónicos, "era tan afortunado que podía obtener respuestas casi instantáneas a preguntas y sugerencias" y, en general, "la relación entre 'los tíos' era notablemente mejor que con nosotras", añade Penelope. Keith además se abrió una cuenta en Twitter en 2015.

Kate y Penelope, también artistas que venden sus trabajos en la plataforma, aseguran que se han encontrado más sexismo en el entorno tecnológico que en el mundo del arte a la hora de poner en marcha su negocio. "¡Nuestras tetas se interponían en el camino constantemente!", señala Penelope. Kate recuerda cómo sufrieron "un mayor escrutinio en las fases iniciales" y añade que entiende que esas situaciones "puedan desalentar a otras mujeres que tratan de sacar sus ideas adelante". 

Preguntadas por si no creen que recurrir a un 'hombre' ayuda a perpetuar en cierta medida estas actitudes, Kate es clara: "Keith es una herramienta que nos ha permitido mover el proyecto más rápido, de forma que pudiéramos construir nuestro negocio y probar que nuestra idea merecía la pena. Cuantas más mujeres haya en puestos de control y poder ayudará a equilibrar las desigualdades y luchar contras actitudes sexistas. Es triste que tuviéramos que contar con Keith entre nuestras herramientas, pero vemos su uso como un medio para alcanzar nuestra meta y poner sobre la mesa dos voces femeninas más". 

Su idea del socio fundador inventado ha sido la forma elegida por Witchsy para denunciar el machismo. Kate explica que para combatir la desigualdad hay que "seguir manteniendo esta conversación y escuchar a las personas". "En este momento vivimos una cultura a la que le encanta hacer luz de gas a ciertas personas y decirles que están siendo demasiado sensibles o que están locas", denuncia. 

¿Morirá Keith?

Keith ha sido la nota más mediática de un proyecto que desde el principio abraza la provocación. Witchsy surgió para dar cobijo a aquellas piezas de arte que eran desahuciadas en otros mercados online por ser demasiado "arriesgadas". "Nos enfermaba la censura", explican en referencia a la prohibición en la popular web Etsy de objetos relacionados con la brujería ('witch' en inglés es bruja, y de ahí el nombre de su marketplace).

Un año después, la web es rentable gracias en parte a que se sostiene en un "presupuesto muy ajustado, por lo que no es difícil mantenerlo y convertirlo en beneficios", señala Penelope.

La compañía está poniendo en marcha también nuevos proyectos. Actualmente trabajan con Justin Roilan, creador de Rick y Morty, para diseñar "un merchandising inusual" de la serie de dibujos. 

Hace un tiempo que las socias no sacan a pasear a Keith, desde que terminaron "un montón de proyectos que tenían en desarrollo". Por el momento no piensan "matarlo", pero Penelope no descarta que pronto "se retire con su mujer a una isla, donde él podría masajearla todo el día como siempre ha soñado".


#Leoautorasoct: diez propuestas para el mes de las escritoras

0
0

El pasado 5 de octubre se entregó el Premio Nobel de Literatura y, de nuevo, volvió a ocurrir lo habitual: ni Murakami ni una mujer se llevaron el galardón.

En esta ocasión había dos escritoras entre los ocho finalistas, Margaret Atwood y Joyce Carol Oates, pero la Academia eligió al británico Kazuo Ishiguro.

Una vez más la distancia entre géneros en la lista de premiados se alargaba. De los 110 Nobel de Literatura concedidos en la historia, solo 14 han sido para mujeres.

Cifras tan difíciles como estas dejan clara la necesidad de reivindicar la obra de las mujeres en el ámbito de la escritura y por ello surgen iniciativas como #Leoautorasoct. En 2016 un colectivo de usuarios y usuarias de Twitter decidieron dedicar el décimo mes del año a recomendar títulos de escritoras en la red social usando la mencionada etiqueta.

El proyecto coincidió en el tiempo con la instauración de El Día de las Escritoras por la Biblioteca Nacional de España, la Asociación Clásicas y Modernas y la Federación Española de Mujeres Directivas (FEDEPE). La fecha de su celebración es el lunes siguiente al 15 de octubre, festividad de Teresa de Jesús. Esta segunda edición será el día 16 y su tema principal será Mujeres, saber y poder.

Sumándonos a la iniciativas proponemos 10 propuestas de autoras a las que disfrutarás leyendo, en octubre y cuando se tercie:

Zadie Smith

Novelista, ensayista y escritora de relatos cortos, la británica es una de las voces más aclamadas de la literatura actual. El próximo mes de noviembre la editorial Salamandra publicará su novela Tiempos de Swing en España (salió a la venta en inglés el año pasado), sumando el sexto volumen de la autora a su catálogo. Multiculturalidad, crisis existenciales en la sociedad moderna, conflictos de clase y feminismo son temas recurrentes en sus escritos.

Carmen Martín Gaite

Pertenece a la generación conocida como la de los niños de la guerra (o del 50) junto a otros como Rafael Sánchez Ferlosio o Josefina Rodríguez Álvarez. Fue la primera escritora en ganar el Premio Nacional de Literatura en 1978 con su novela El cuarto de atrás y en 1988 fue galardonada con el premio Príncipe de Asturias de las Letras (una de las cinco mujeres que lo consiguieron durante las 36 ediciones del galardón ahora llamado Princesa de Asturias).

El pasado mes de septiembre, la Junta de Castilla y León digitalizó su legado que, además de sus escritos, también contiene fotografías, documentos personales y familiares, cuadernos o cubiertas de sus manuscritos. Nubosidad variable, Irse de casa o su ensayo Usos amorosos de la Postguerra española son títulos imprescindibles o, al menos, recomendables en una biblioteca bien nutrida.

Rachel Cusk

Esta canadiense afincada en Reino Unido se convirtió en famosa más por su propia persona que por su obra. Con su libro Aftermath (2001), en el que cuenta sin florituras la experiencia de su divorcio con el fotógrafo Adrian Clarke, enervó a la crítica más remilgada y con su ensayo sobre la maternidad A life's work (2001) terminó de coronarse como reina de la polémica. En España, la editorial Lumen ha publicado sus novelas Mucha suerte (2004), Arlington Park (2007), La última cena y Las variaciones Bradshaw (2010).

Libros del Asteroide se encargó el año pasado de acercar al público A contraluz, la primera entrega de la trilogía a la que sigue Tránsito, que estará disponible en las librerías el próximo 23 de octubre a través del mismo sello.

Clarice Lispector

Idolatrada en América Latina (en Argentina sus títulos forman parte de las lecturas obligatorias en el currículum escolar), la obra de la brasileña de origen ucraniano empezó a cuajar en España solo hace algunos años gracias, en parte, al empeño de la editorial Siruela en introducirla en su catálogo. Recientemente ha publicado su biografía titulada Por qué este mundo, firmada por Benjamín Moser, que ayuda a comprender la obra de Lispector a través de detalles de su persona.

Pero, sin duda, la mejor manera de adentrarse en su universo es a través de la lectura de sus trabajos. Un buen inicio puede ser a través de las páginas de Cerca del corazón salvaje (1944), su primera novela.

Mary Karr

No es fácil que Michiko Kakutani, la crítica de The New York Times más respetada y temida hasta el momento (hace unas semanas anunció su retirada), califique tu obra como "sorprendente (...), una de las memorias más deslumbrantes y emocionantes de los últimos años".

La escritora publicó The Liar's Club en 1995 y fue un exitazo de los que hacen a los editores saltar de alegría. No solo fue un best-seller en su época sino que su fama ha llegado hasta nuestros días. La editorial Errata Naturae lo publica ahora en castellano con prólogo de Lena Dunham.

Carmen de Burgos

Este año se cumple el 150º aniversario del nacimiento (según los historiadores, porque ella nunca lo dejó del todo claro) de la que está considerada como primera periodista profesional en España.

Firmó también con múltiples seudónimos, aunque con el que más se la reconoce es Colombine. Defensora obstinada de los derechos de la mujer (aunque rechazaba el término "feminista"), escribió desde libros de recetas hasta crónicas de viajes, pasando por ensayos y novelas como Puñal de claveles.

Angela Davis

Poca presentación necesita una de las activistas más relevantes de los últimos 50 años. Miembro del partido Panteras Negras, un grupo revolucionario que luchó por los derechos de la comunidad negra en EEUU, llegó a figurar dentro de la lista de "los más buscados" por el FBI en los años 60.

Su militancia en la lucha por los derechos civiles no ha cesado durante todas estas décadas y ahora la editorial Capitán Swing publica su ensayo La libertad es una batalla constante. Ferguson, Palestina y los cimientos de un movimiento. Este título se suma a la autobiografía que la misma editorial publicó en España y que ya va por su tercera edición.

June Fernández Casete

Su libro 10 ingobernables cuenta las historias de diez personas que decidieron complicarse la vida y no seguir los caminos normativos de la sociedad. El título nos brinda la oportunidad de incluirla en esta lista e invitar al lector o lectora a conocer también su trabajo periodístico como coordinadora, junto a Andrea Momoitio, de Pikara Magazine; así como en otros medios con temas relacionados con sexualidad y género.

Pénélope Bagieu

Esta ilustradora y dibujante francesa publicó su primer cómic, Josefina, en 2008. En 2011 ganó el Premio SCNF del Festival de Angulema (de nuevo, una sorpresa en la lista de galardonados, en la que no abunda la presencia femenina).

El pasado mes de abril la editorial Dibukks publicó el primer volumen de su serie Valerosas, un trabajo que presenta las historias de mujeres que se atrevieron a romper con las normas establecidas en la sociedad en la que les tocó vivir y seguir su propio camino. Este mes acaba de salir a la venta su continuación.

Diez autoras

Kate Chopin, Willa Cather, Sarah Orne Jewett, Charlotte Perkins Gilman, Sui Sin Far, Zitkala-Ša, Susan Glaspell, Harriet E. Prescott Spofford, Catharine Maria Sedgwick y Mary Austin. Estos son los nombres de las autoras de los textos que se reúnen en el libro La nueva mujer: relatos de escritoras estadounidenses del siglo XIX, que ahora publica la editorial Dos bigotes. El volumen incluye un ensayo crítico de Gloria Fortún que pone en contexto a estas escritoras que ella misma escogió para el compendio.

Rachael Runner, ¿sueñan los replicantes con etiquetas de Twitter?

0
0

Rachael Runner era una replicante. El agente Deckard necesita unas 100 preguntas del test Voight-Kampff para darse cuenta de ello. "¿Cuántas preguntas necesita normalmente para saberlo?", le pregunta Eldon Tyrell, el creador de los entes mitad máquina mitad hombre, al policía. "Depende, normalmente, unas 20 o 30", contesta él. El Blade Runner ya se ha enamorado de ella.

Rachael Runner tenía serias dudas sobre su condición. Se confundía con la gente, fumaba, podía amar, llorar y sentir rabia. "Nos gustaba la idea de crear una relación hombre-máquina pero sin prejuicio", explica a eldiario.es Sara Malinarich, una de las creadoras del bot de Twitter que lleva el nombre del personaje de ficción. Malinarich es la directora de INTACT, un proyecto de cibercultura que mezcla arte y nuevas tecnologías.

El bot está tuiteando desde el jueves en el marco del She Makes Noise, el festival feminista de música electrónica que se celebra en La Casa Encendida del 19 al 21 de octubre. Para establecer contacto con ella tan solo es necesario publicar algo con el hashtag #SheMakesNoise.

La replicante también hace música junto a otro bot, Crazzy Jones, en una sesión de música electrónica non-stop que empezó el jueves y que durará hasta el fin del festival. En lo de poner música colabora Valdelamor, un proyecto que asocia notas de música a colores, figuras geométricas y otros elementos visuales. Los tuits que se generen bajo el hashtag arriba mencionado se incorporarán al algoritmo de los bots creando, además, imágenes y textos psicodélicos con un cierto aire mecánico.

¿Qué, cómo y dónde funciona?

"Lo primero que hace Rachael es presentarse como un ente que, si bien tiene un nombre femenino y una imagen femenina, de hecho no es ni hombre ni mujer. El ser máquina se sale del concepto del género", dice Malinarich. El bot, al que INTACT considera "ciberfeminista" lo es porque, según la creadora, se ha "luchado mucho en Internet para mantener a Rachael, que ha sido discriminada solo por el hecho de no ser humana. Creemos que es ciberfeminista porque, sobre todo, está luchando por esa igualdad, por el tratamiento igualitario de las máquinas y los humanos".

Para activar a Rachael Runner hay que escribir un tuit con el hashtag del festival y ella nos devolverá un verso del director de cine e inventor José Val del Omar (1904-1982) acompañado de una imagen. ¿Por qué él? "Él había previsto la Red mucho antes que nosotros con sistemas diafónicos [precursores del estéreo], con el desbordamiento de la pantalla, justamente lo que nosotros hemos querido abordar. Llegar a cada persona, tener relaciones hombre-máquina...", dice la artista.

Malinarich explica que el bot es un módulo más de una instalación llamada Carnival. Lo define como un "sistema de telepresencia distribuida" que integra varios dispositivos: una tablet, un teléfono móvil, un ordenador, una impresora, etcétera. "Incluso nosotros mismos, con nuestros terminales en casa, somos una estación", continúa.

Para explicar ese concepto de "telepresencia distribuida", la artista recurre a la etimología de la palabra. El prefijo 'tele', que significa "a distancia" y la idea de 'presencia', que representa justamente lo contrario, lo físico. "Es el estado del ser a distancia. Es un fenómeno que lo que busca es poder estar en otro lado o eventualmente en muchos lugares a la vez", dice Malinarich.

Partiendo de esa acepción, Rachel Runner consigue materializarse en una y otra ocasión en Internet, en la instalación y en cada dispositivo que la activa.

"Nosotros tenemos un terminal con un usuario de Twitter y un programa que rastrea la Red con todos los hashtags que aparecen en el mundo. Cuando Carnival encuentra el asociado a la acción produce una respuesta, que está compuesta por una imagen capturada en tiempo real a través de una cámara conectada al programa y una frase. Lo que hace el texto es incluir el nombre del usuario. De ese modo se le llama la atención", explica Malinarich.

La distante (lo 'tele') se hace presente cuando Rachael Runner contesta al usuario, su teléfono vibra y se materializa en un tuit.

Sobre el tiempo y la condición humana

Malinarich, que no duda de que en el futuro será habitual encontrarse rodeado de telepresencias, considera que "estamos constantemente inventando maneras de hacernos presentes. De que no se nos olvide. Por eso existen las llamadas telefónicas y existe Skype. Aunque también buscamos tocarnos, que es lo que nos falta".

La creadora continúa poniendo un ejemplo: "Mi identidad puede estar coexistiendo simultáneamente de manera física en este espacio y tener una réplica en el ciberespacio. Y a su vez, puedo estar trasladando mi voz mientras hablo contigo. Estoy habitando tres espacios a la vez".

La telepresencia es una forma de perpetuación en el tiempo. Con su componente de ego pero, también, de "naturaleza humana". La artista concluye asegurando que todos "queremos producir una onda. El desapego es lo que nos duele. La separación. Fíjate que las grandes revoluciones, las más simples, han podido ser gracias a las redes. Gracias a la coordinación".

Malinarich aboga por unir fuerzas con las máquinas y crear verdaderos replicantes: "Si además podemos tener bots, por ejemplo, que sean replicantes de estas ideas; podemos crear un ejército para hacer una revolución. Desde dialéctica hasta de acciones muy completas. A este paso, ¡van a tener que cotizar para la seguridad social!", dice riéndose.

Leticia Dolera denuncia abusos sexuales sufridos durante su carrera: "Nadie hizo nada"

0
0

Leticia Dolera ha narrado los abusos sexuales que ha sufrido durante su carrera en un artículo publicado en eldiario.es [consúltalo aquí completo] donde asegura que, con tan solo 18 años, un director de cine le tocó durante una fiesta. "Siento una mano en el pecho, en MI pecho, juraría que en mi teta derecha (...) Él tendrá más de 40. No tengo recursos para situaciones como esta y no especialmente tirada palante", dice la actriz a pesar de que le reprenda: "No puedes ir tocando las tetas a la gente". Este contesta con un "sí puedo, mira", y vuelve a tocarle, según Dolera.

Dolera continúa con un episodio sucedido 10 años después, durante un rodaje en Francia. "En la escena que estamos rodando entro a un salón con un actor que me agarra del brazo", dice Dolera, que explica cómo en aquel momento alguien del equipo les pide que permanezcan en sus marcas, momento que aprovecha un actor para tocarla el culo. "Durante la espera, el susodicho, con el que no he intercambiado más de tres frases en estos días, baja lentamente su mano por mi brazo, me acaricia la zona lumbar y... sí, me acaricia el culo. Lento, se toma su tiempo, yo me quedo de hielo, no reacciono, no puedo entender que esté teniendo la poca vergüenza de hacer eso ahí en medio.

La actriz explica que la barrera del idioma y la rabia contenida "no me permitían elaborar en mi cabeza un discurso que estuviera a la altura de la repulsa que quería expresar".

Una denuncia contra un sistema machista

Dolera denuncia que "una gran parte de la sociedad nos trate como trozos de carne. Como tampoco lo es que cuando una mujer denuncia una agresión la tachen enseguida de exagerada o mentirosa. No es cómodo que nos piropeen por la calle cuando, oh qué casualidad, no nos acompaña ningún hombre. Ni que nos llamen zorras o putas si vestimos mostrando parte de nuestra piel o nos adueñamos de nuestra sexualidad".

La actriz de Los últimos días y REC3: Génesis explica cómo muchos actos cotidianos machistas son vistos como normales por parte de la sociedad. También tiene palabras para el caso Harvey Weinstein del que dice que no es solo él, sino "Woody Allen y Oliver Stone defendiéndole". "Es Bill Cosby y los 50 testimonios de agresión y es Bill Cosby no siendo declarado culpable por la incapacidad del jurado popular de ponerse de acuerdo. Es James Toback, director de cine, a quien 40 mujeres han denunciado hace poco por abusos y violaciones", dice. El productor fue expulsado de la Academia de Hollywood recientemente después de que el New York Times destapase su largo historial de abusos y acosos en la industria del cine.

Dolera denuncia un "sistema judicial que prácticamente nos exige que tengamos grabadas en vídeo las situaciones de acoso" y recuerda "las campañas contra la violencia machista que ponen en las víctimas toda la responsabilidad (como la última campaña del Ministerio de Sanidad)" o los gritos a los futbolistas Rubén Castro -"era una puta lo hiciste bien"- y Gerard Piqué -"Shakira es de todos"- sobre sus novias.

Concluye la actriz cargando sobre las "campañas de publicidad que nos objetualizan, sexualizan y nos preguntan si somos buenas chicas" y "los libros de texto que todavía invisibilizan nuestra huella en la historia, en la ciencia y en el arte". También carga contra los "espacios en prensa o televisión que no nos dan voz o donde somos siempre minoría y artículos de opinión desprestigiando la necesaria lucha feminista".

Femen irrumpe en un homenaje a Polanski: "Nada de honores para los violadores"

0
0

Dos activistas del grupo feminista Femen han irrumpido este lunes en un homenaje al cineasta Roman Polanski que se celebraba en la Cinemateca Francesa, en París, informa la agencia AFP. El director franco-polaco, que estaba presente durante el suceso, está acusado por cuatro mujeres de violación cuando eran menores de edad.

"¡Nada de honores para los violadores!", han gritado las activistas a la entrada de Polanski en la sede de la Cinemateca. Como es habitual en las protestas de Femen, las activistas iban desnudas de cintura para arriba y llevaban pintadas consignas sobre la piel, entre otras la de "Criminal Pedófilo Muy Importante". El cineasta ha sido protegido por personas de su entorno, y las activistas han sido desalojadas.

"Nuestro silencio debe transformarse en un tumulto ensordecedor. No nos callaremos", reza el tuit que ha enviado Femen Francia con un vídeo del suceso.

Además, añaden el 'hashtag' #metoo, que estos días es frecuente en redes sociales tras hacerse públicos los casos de abusos sexuales cometidos por el productor Harvey Weinstein, el fotógrafo Terry Richardson y el actor Kevin Spacey

Otras veces en las que el feminismo fue un "peligro mortal" para el lenguaje y no pasó nada

0
0

Creemos que es una cuestión actual, pero los debates en torno al lenguaje inclusivo se remontan al Antiguo Testamento y al Mío Cid. Así se lo hicieron saber a Percival Manglano cuando el concejal del PP criticó con sarcasmo a Podemos por usar el lenguaje no sexista en sus intervenciones y en las redes. Efectivamente, "antes de la toma en Granada" ya se usaba el "todos y todas", aunque para Manglano fuese algo inverosímil.

Plantear este debate en nuestro país significa tocar hueso en la Real Academia. Pero no somos los únicos. La Academia Francesa respondió con dureza hace unos días ante un manual escolar redactado en lenguaje igualitario por la profesora Sophie Le Callennec. "Ante esta aberración inclusiva, la lengua francesa se encuentra, a partir de ahora, en peligro mortal", declaró el organismo

A orillas del Sena parisino, se encuentra el palacio dorado que alberga a los cuarenta académicos galos, más conocidos como los inmortales. Como ocurre en la española, los miembros de la Académie Française se nombran entre ellos y en la actualidad la forman 29 hombres y cinco mujeres, con seis puestos vacantes. Aunque se han posicionado siempre en contra de estas modificaciones por "inducir a un lenguaje desunido y dispar en su expresión, lo que crea una confusión que raya en la ilegibilidad", el Gobierno no les da la razón.

En 2015, el Consejo Superior para la Igualdad publicó una "guía de comunicación pública sin estereotipos de sexo", en la que se basó Le Callennec para redactar el volumen de la discordia. El Gobierno recomendaba citar siempre los dos géneros, ordenados alfabéticamente, y feminizar los sustantivos que se refirieran a oficios y cargos públicos.

La prensa conservadora y algunos filósofos e intelectuales clamaron al cielo por ese "galimatías" que proponen las feministas francesas. Pero no es la primera vez que se acusa al lenguaje inclusivo de atentar contra las normas gramaticales, defendidas por los académicos como si fuesen edictos divinos más que una guía orientativa.

Ese "peligro mortal" ha acechado desde hace décadas a cualquiera que haya sugerido una forma menos machista, racista u homófoba de expresarse. Ejemplos no faltan, y las reacciones ante los cuatro siguientes son solo una muestra del largo camino que aún queda por recorrer.  

El 'macarthysmo' de Princeton 

Hace un año, de cara al nuevo curso, la prestigiosa Universidad de Princeton publicó una guía de recomendaciones que "reflejan la cultura y política inclusiva de la institución". Aunque se trataba de no usar palabras asignadas a géneros al dirigirse a un grupo mixto, la polémica se desató en las redes españolas por una columna de El Mundo que afirmaba que "algunas universidades de EEUU prohíben la palabra hombre por miedo a ofender".

Como quedó demostrado más tarde, lejos de prohibir la palabra "man", Princeton sugería la opción neutra, también en el caso de las mujeres. Por ejemplo, cambiar "policewoman" por "police officer" (agente de policía) o, cuando fuese posible, el uso de "she/he" (ella/él) por "el individuo". 

La sugerencia que partió de una universidad asociada a 41 premios Nobel y 17 Medallas Nacionales de Ciencia de Estados Unidos fue relevante, pero no pionera. En España, varios centros de estudios superiores ya habían recomendado el uso de los epícenos ("ciudadanía" en lugar de "ciudadanos") en sus dependencias y documentos. Aquella vez, el "peligro mortal" fue sustituido por "el nuevo macarthysmo disfrazado de políticamente correcto", como describió el columnista confundido.

"Female or woman"

También en Estados Unidos se generó una de las primeras polémicas en torno al lenguaje no sexista, planteada por la lingüista norteamericana Robin Lakoff. Todo comenzó con el artículo El lenguaje y el lugar de la mujer, publicado hace más de cuarenta años en la revista Signs. En él, la profesora de la Universidad de Berkeley reflexionaba sobre la inequitativa relación entre hombres y mujeres en la lengua inglesa.

Uno de los grandes debates que planteó en 1975 fue el uso peyorativo de "female" (hembra) frente a "woman" (mujer). "Female puede ser cualquier especie, pero solo un ser humano puede ser mujer", por lo que referirse a ellas con el primer término "es degradarlas sutilmente a un estado mamífero inferior, como llamar a un hombre mono", opinaba Lakoff.

Sus argumentos han sido acusados, incluso por las propias feministas, de desviar el debate, aunque según ella este uso del lenguaje sirve para normalizar otros términos ofensivos como "cow" (vaca), "viper" (víbora) o "vixen" (zorra) relacionados con animales y de un uso muy frecuente en inglés para referirse de forma despectiva a las mujeres.

Miembros y miembras de la RAE

Parecido a lo que ocurrió la semana pasada en París, en 2008, varios miembros de la Real Academia Española se apresuraron a clamar contra la incorrección del lenguaje inclusivo. La por entonces ministra de Igualdad socialista, Bibiana Aído, se atrevió a referirse en una comparecencia en el Congreso a los "miembros y las miembras", una variación femenina que no se recoge en el diccionario de la RAE y que tiene cierto uso en Latinoamérica.

Desde Jiménez Losantos, que la tildó de "analfabeta" en su programa de radio, hasta vicerrectores de la RAE que se refirieron al doble término como "una estupidez" y a Aído como "defensora esas mandangas", nadie perdió la oportunidad de despellejar esa querencia de las feministas por mancillar el lenguaje. Casi diez años más tarde, el doble término es usado por partidos políticos, empresas y recomendado por escuelas superiores, como hemos visto más arriba.

Es un tema que divide en canal a los ciudadanos y las feministas, pero en el bando contrario siempre se erige la RAE como defensora de la tradición. Ya sea a través de las definiciones ofensivas (que poco a poco han ido perfilando), como de columnas socarronas de Pérez Reverte, la posición de nuestro templo lingüístico es por norma inmovilista.

Es así como, desde hace ocho años, se mandan Golondrinas a la RAE en abril: una iniciativa llevada a cabo por voluntarios para animarles a promover un lenguaje no machista e incluso a revisar su composición "abrumadoramente" masculina.

Un Microsoft Word inclusivo

En su última actualización, el procesador de textos de Microsoft ofrece alternativas para ciertas palabras que se consideran "exclusivas, despectivas o estereotipadas". Estas novedades no solo se aplicarán en el caso de los términos separados por género, sino en otros que ya han sido considerados ofensivos como "invidente", "discapacitado" o "indio americano", para los que la compañía ofrecerá cambios como "persona con discapacidad visual", "persona con limitación funcional" o "nativo americano". 

No se trata de una imposición, sino de una categoría que se puede seleccionar como el idioma. Lo que busca Microsoft es que la estigmatización en el lenguaje sea poco a poco percibida como un error. Aunque de momento ofrecen los ejemplos en inglés, un idioma con muchas menos distinciones de género, la idea es que el editor de textos más famoso del planeta vaya perfilando sus herramientas para sumarse a la causa. 

Por qué no nos emociona la historia de amor de la Lotería de Navidad

0
0

Dicen que el amor es el sentimiento universal, que no entiende de clases sociales, razas o edades. Usar el amor para representar la suerte, entonces, no parece una idea del todo descabellada. Aún así, no todas las historias emocionan por igual: hay algunas que nos dejan más fríos que el cierzo, y un buen ejemplo es el último anuncio de la Lotería de Navidad.

Danielle, dirigida por Alejandro Amenábar para las Loterías Generales del Estado, pretendía poner fin a tres años consecutivos de pornografía emocional. Como parte del engranaje consumista de estas fechas, sabemos que los anuncios del sorteo deben tener un final feliz, pero a veces el proceso intermedio resulta algo agónico. 

Tanto Manuel, con tan solo un euro al día para tomarse un café, como el pobre Justino, que no veía la luz del sol, o Carmina, el colmo del sexismo pastelero, lograron su cometido: sugerir que la única forma de no ser un miserable es ganar el Gordo de Navidad. 

Representaban al desempleado, al trabajador que no pierde la sonrisa pese a ocupar el peor turno y a la anciana que tantas veces ha visto peligrar su pensión. Eran un reflejo bastante más fiel de la sociedad española que el calvo de la Lotería, Raphael o Montserrat Caballé. Pero, hartos de la lágrima fácil, este año han decidido resarcirse con un cuento de Navidad en el que el amor triunfa más allá de las dimensiones y de las fronteras del lenguaje. 

Con todas las expectativas, pinchamos en la versión de tres minutos para televisión, lo vemos hasta que aparece el rótulo del Gobierno, cerramos la ventana y nos asaltan las preguntas. ¿Habría surgido el amor si ella, en lugar de rubia y preciosa, fuese de color verde y tuviese tres ojos? ¿Podía Amenábar haber evitado los tópicos del amor romántico y heteronormativo? ¿Por qué la marciana no abre la boca ni una sola vez?

En 2017, año en el que el corto de animación Heartbeat -sobre el primer amor entre dos adolescentes homosexuales- demostró que otro tipo de narración es posible, Danielle se queda desfasada. No solo por la sexualidad de sus protagonistas, sino por el corte clásico y vulgar que confecciona cada detalle del guion. Tanto es así, que incluso el Consejo de la Juventud lo ha definido como "sexista" y "machista".

La marciana modelo

Para los no iniciados, Danielle es una alienígena que llega a nuestro planeta y toma la apariencia de la modelo de una marquesina gigante. La chica, por casualidad, se topa con la fila de una administración madrileña de la Lotería. Detrás de ella se coloca Daniel, un guía turístico que le ayuda a elegir un número pensando que es una extranjera despistada. Las semanas pasan y la pareja, que no ha conseguido intercambiar dos palabras seguidas, se enamora.

"La verdad es que no sé quién eres, pero yo te quiero Danielle", le dice él con los ojos bañados en lágrimas. Como faltaba el toque dramático, la marciana se pierde por Madrid y el muchacho se queda con el alma en vilo hasta el 22 de diciembre, cuando descubre que ambos han ganado el Gordo de la Lotería. Pero a él no le importan los millones, solo ve la oportunidad de reencontrarse con su amada en la administración que los unió. Y así ocurre, porque esa es la verdadera suerte y "el mayor premio es compartirlo". 

"El personaje femenino es una mujer silenciada y sin autonomía o control sobre su propia vida que ve en el masculino a su salvador, y el amor romántico que apuntala las relaciones tóxicas", denunció el CJE.

Cuatro días después de la publicación del anuncio, la página de Loterías y Apuestas del Estado lanzó un nuevo vídeo desde el punto de vista de Danielle. No sabemos si fue a raíz de las críticas, pero en esta versión la narradora en off es ella, al contrario de la que se puede ver en la televisión.

Aún así, no hay nada en esta historia que no recuerde a algo que ya hemos visto más veces. No conmueve porque es el clásico infortunio de los amantes. No empatizamos porque ella no es un personaje creíble: es su físico, no su personalidad -rarita-, lo que los guionistas han destacado como virtud. Fracasa incluso en la estrategia básica de marketing porque nadie compra un boleto de la Lotería para encontrar a la chica de sus sueños, por superficial que parezca.

Las historias precarias de los años anteriores, aunque lacrimógenas, transmiten ese sentimiento de necesidad que lleva a los españoles a invertir 20 euros cada Navidad en sus sueños.

Porque hay muchos más Manueles, Justinos y Carminas, que sueñan con llegar a fin de mes, abandonar el turno de noche o dejar una buena herencia a sus hijos, que Danieles (no digamos ya Danielles). Porque el amor es una percha fantástica para vender la suerte, pero no todos los amores se tienen que dar entre el chico guapo y la rubia despampanante. Porque del 2017, y de Alejandro Amenábar, nos esperábamos algo mejor que la versión navideña de Mi novia es una extraterrestre.

Un túnel en Madrid para caminar tranquila y libre de violencias machistas

0
0

La delegada del área de Políticas de Género y Diversidad del Ayuntamiento de Madrid, Celia Mayer, inauguró el sábado pasado, Día Internacional contra la Violencia contra las Mujeres, la obra Agua, una transformación artística del túnel que llega al parque del Retiro.

Esta es la primera de una serie de intervenciones artísticas que se desarrollarán a lo largo del próximo año y conformarán el callejero Madrid libre de violencias machistas con el objetivo de mostrar que en las ciudades existen multitud de espacios públicos que resultan inseguros para las mujeres y transformarlos en espacios seguros y libres de acoso, miedo y discriminación.

En declaraciones a los medios, Mayer insistió en que con esta iniciativa se pretende visibilizar que además de la violencia doméstica, existen otros tipos de violencia como "la que se ejerce en espacios públicos".

En esta misma línea, explicó que en Madrid "hay muchos lugares, como aparcamientos subterráneos o túneles, por los que las mujeres no nos atrevemos a pasar por miedo a ser agredidas". "Hemos querido transformar este túnel, que estaba sucio y oscuro en un espacio que fuera amable y transitable por las mujeres", señaló la delegada.

La autora de la obra, Trinidad Irisarri, ha explicado que lo que se pretendía era dar la vuelta a un "ambiente hostil en amable". "Dentro del agua tenemos sensaciones de ingravidez, sin presión, nos sentimos más cómodos, de ahí la idea de que fuera una piscina", dijo el día de la inauguración.

Algunas personas que han cruzado el túnel, como Bárbara y Juanjo, coincidieron en en declaraciones a Europa Press que es un proyecto, "bueno y sorprendente" y que cualquier iniciativa que "ponga en valor a la mujeres está fenomenal". "Le da una plasticidad al túnel maravillosa", señala Bárbara.

Además, ambos quisieron mandar un mensaje de apoyo a las mujeres en el Día contra la Violencia Machista: "Debemos ser más feministas", concluyeron.


"No quiero que la esencia de 'me too' quede oculta bajo el halo de las famosas"

0
0

Un tuit de la actriz Alissa Milano prendía la llama en aquel fin de semana de octubre a partir del cual algunas cosas parecen haber cambiado en Hollywood, y no solo en Hollywood. Milano, sin saberlo, se había convertido en el altavoz del proyecto que Tarana Burke, activista criada en el barrio neoyorquino de Harlem y fundadora de la organización Just Be, inició en 1997 tras una experiencia personal que le marcó de por vida.

Burke recuerda que siendo directora de un campamento para jóvenes una de las niñas, de tan sólo 13 años,  le confesó a duras penas los abusos a los que le sometía el novio de su madre. Ella, que había vivido la violencia sexual en su propia piel, se quedó en shock y sin palabras ante el doloroso relato, incapaz de seguir escuchando, y decidió llevarla con otra compañera. "'Me too' era la respuesta que me hubiera gustado que me dieran a mí y que me gustaría haber sido capaz de dar", cuenta.

Estas dos palabras se han convertido en el escudo de muchas mujeres y hombres, víctimas de abusos sexuales, que han roto su silencio –incluso con sus adaptaciones a otros idiomas, como en España con #yotambién— engendrando un movimiento social transfronterizo que se ha llevado el reconocimiento de  'personaje del año' de la revista TIME.

Y con la misma viralidad que la etiqueta #metoo se convirtió en TT mundial, han ido apareciendo Weinsteins más allá de la industria cinematográfica y el entretenimiento, en universidades de prestigio como Harvard, en equipos olímpicos y entre la clase política, lo que para Burke pone de manifiesto que "cualquier persona es susceptible de sufrir abusos sexuales porque es una cuestión de dinámicas de poder".

Hace 10 años 'me too' no comenzó precisamente con un tuit. ¿En qué contexto nace el proyecto?

Empezó como un movimiento comunitario para conectar con jóvenes de color que habían sufrido acoso sexual en mi comunidad, intentando encontrar la forma de empatizar y crear confianza con estas chicas que nunca habían hablado de sus experiencias de violencia sexual.

¿Qué significaba 'yo también' en ese primer momento?

Yo no fui a terapia por primera vez hasta los 30, y aunque lo recomiendo, también es posible empezar la recuperación sin ayuda profesional. Por eso para mí 'me too' es la chispa que inicia la conversación entre supervivientes: que sepas que no estás sola, a mí también me ha pasado y voy a compartir contigo este proceso. Esa simple idea abre un mundo de posibilidades para las supervivientes.

Poniéndonos en la piel de esas mujeres que tras años de silencio deciden denunciar públicamente lo que han sufrido, ¿cómo es ese proceso de empoderamiento?

La violencia sexual es el único delito que permite al perpetrador marcharse mientras son las víctimas las que cargan con la vergüenza, y eso es lo más grave. Vivimos en una sociedad en la que los hombres condicionan a las mujeres haciéndonos pensar que somos de su propiedad o que debemos someternos a su voluntad, y las mujeres son educadas socialmente para aceptarlo.

Por eso, muchas supervivientes creen que de alguna manera han podido contribuir a que se produjera ese abuso o acoso, les avergüenza haber dejado que pasase, tienen miedo de cómo pueda responder la gente a su alrededor… Todos esos factores llevan a las mujeres a guardar silencio. Lo bonito de 'me too' es que ha creado una base de apoyo que rompe con ese sentimiento de vergüenza. 

Tarana Burke en una intervención pública antes del fenómeno #metoo. Imagen cortesía T.Burke.

El hecho de que #metoo se haya convertido en un fenómeno viral a través de las redes sociales, ¿es algo positivo o la sobrexposición de estos casos puede tener efectos negativos?

Mi trabajo con 'me too' no es un momento puntual viral sino una travesía vital. Antes del hashtag empezamos a llevar las camisetas con 'me too', que era ya todo un posicionamiento y una forma de empezar a sentirte bien contigo misma, incluso de forma pública.

Pero creo que tiene su cara y su cruz. Por un lado, ha facilitado que la gente se animara a dar el paso porque lo único que tenían que hacer era lanzar un tuit. Pero por otro, puede que cree un falso sentimiento de seguridad, en un momento de fervor, y tal vez no todo el mundo sea consciente de que lo que se dice es totalmente público.

Hay gente que ha tildado el movimiento de 'moda'. ¿Se corre el riesgo de banalizar una cuestión tan grave como esta?

El porcentaje de denuncias falsas es apenas del 3%. Puede que haya gente que se aproveche, y seguro que hay casos, pero la gran mayoría son mujeres y hombres que han permanecido durante años en silencio, incapaces de hablar públicamente o que nunca creyeron tendrían el espacio para hacerlo.

Jamás me habría imaginado que habría cientos de miles de personas con tanto valor para denunciar públicamente. Es un momento universal de catarsis para todas las mujeres y hombres, blancos y de color, así que creo que para nada banaliza el problema, en todo caso lo enfatiza.

En apenas dos meses 'me too' se identifica como uno de los movimientos sociales de mayor impacto de los últimos años. ¿Cuál crees que es hasta el momento el cambio más tangible?

Para mí ha sido ver cómo ha crecido el sentimiento de 'tolerancia cero', empezando por Hollywoood pero trasladándose a cualquier tipo de empresa, quitando de sus puestos a personas cuyos jefes, estoy segura, antes habían consentido esos comportamientos.

Y creo que también se está produciendo un cambio en la forma en la que se está socializando la conversación. Antes era una cosa entre mujeres, y ahora la gente está entendiendo el amplio espectro de la violencia sexual.

Y de pronto hay Harvey Weinsteins por todos lados.

Es que es una problemática que afecta a todos los estratos, desde los ricos hasta la gente de a pie. Cualquier persona es susceptible de sufrir abusos porque es una cuestión de dinámicas de poder, y se manifiesta de muy diversas formas: tu jefe en el trabajo, alguien en el campus de la universidad que tiene más 'caché social' que otros... 

Por eso creo que no se habla suficientemente del efecto directo que tiene el hecho de pertenecer a una clase privilegiada, porque podemos utilizar nuestros privilegios para ayudar a quienes tienes menos privilegios o se puede utilizar para ejercer poder sobre otros, como ocurre en el abuso sexual. 

¿Estos privilegios también se manifiestan a la hora de apoyar a las víctimas? ¿Hay víctimas de primera y segunda?

Está claro que la respuesta nunca es igual y depende de quién sea la víctima y a quién se esté señalando. Las mujeres de color no reciben la misma 'bendición', por así decirlo, que las blancas cuando denuncian. La sociedad está educada para responder a la vulnerabilidad de las mujeres blancas mucho más rápido que a la de las mujeres de color, y por eso reciben distintos tipos de atención.

Precisamente por lo que ha criticado duramente en Twitter a Lena Dunham cuando salió en defensa de su amigo y productor en Girls, Murray Miller, al que la actriz Aurora Perrineau acusó de agredirla sexualmente.

Es que tenemos que ser duras, especialmente, con personas como Lena Dunham que es una ofensora reincidente y que, además, tiene una ingente masa de seguidores a los que influye. Es una 'pide disculpas' en serie, y cuando tienes que pedir disculpas cinco y seis veces por las mismas cosas, significa que no estás haciendo nada por cambiar tu comportamiento.

Hay muchas mujeres blancas que son increíbles aliadas y están comprometidas con la interseccionalidad, con situar al colectivo de mujeres marginalizadas en el centro de la causa para conseguir un movimiento feminista realmente efectivo. Y ella no es una de esas mujeres.

Lenah Dunham se nos presenta como una feminista, como alguien que defiende los derechos de la mujer, pero es una pesadilla como ejemplo de lo que el feminismo debería ser.

De nuevo un movimiento de apoyo a las mujeres que crea fracciones entre la propia comunidad feminista.

Para mí resulta especialmente doloroso porque cuando empecé 'me too' lo hice como un movimiento para las mujeres de color, y de ahí ha evolucionado a ser un movimiento de todas la mujeres.

Y no sólo de las mujeres.

'Me too' se ha convertido en un movimiento totalmente inclusivo, para mujeres, hombres, y  también a través del espectro del género entre la comunidad queer. ¡Y eso es increíble! Pero lo que ocurre a veces con los movimientos inclusivos es que siguen creando dinámicas en las que unas voces se escuchan más que otras.

Y cuando alguien tan influyente como Lenah Dunham viene con un discurso como ese es cuando se genera el rechazo, y muchas mujeres de color dicen '¿Ves? Mira lo que hace el feminismo blanco, por esto es por lo que no siento que 'Me too' sea para mí'.

¿Temías que esto sucediera, que el movimiento fuera 'blanqueado', apropiado por la comunidad de no color?

En cierto sentido está pasando. Ésta es una conversación con muchos estratos, en la que las mujeres negras, nativas, latinas, representan unas minorías que suponen el mayor porcentaje de la población, y si no somos cuidadosos con ello esa realidad se borra de un plumazo, y lo que queda es una conversación sobre acoso sexual en el entorno laboral. 

Más de la mitad de las historias #metoo hablan de situaciones de violencia sexual, no de acoso en el trabajo, y no quiero que eso quede oculto bajo el halo de las celebrities

De pronto se ha convertido en la cara de 'Me too'. ¿Cómo lleva esta fama una activista de campo del Bronx?

Bueno es algo a lo que también nos educan socialmente, a elegir un individuo y alzarlo a la categoría de héroe... No creo en el culto a las personalidades y no tengo respuestas para todo, pero para lo que sí que creo puedo servir es como puente entre dos mundos.

Yo crecí en un hogar monoparental en el Bronx, fui atacada sexualmente en tres ocasiones antes de cumplir los 25 y nunca había presentado una denuncia. Nunca tuve a nadie que hablara conmigo sobre ello y tampoco busqué ayuda, pero tuve la inmensa suerte de que alguien se cruzara en mi camino y me ayudara a recorrer el camino a la superación, que es un proceso que dura para siempre. Y ese el trabajo que hago desde antes de este boom de #metoo, devolver el regalo que la vida me ha dado.

Me Too

¿En una escala más global, hacia dónde le gustaría ver evolucionar 'me too' como movimiento?

Tenemos mucho trabajo por hacer y no podemos dejarlo en un hashtag. Esto ha sido un punto de inicio pero está claro que hay mucha legislación por reclamar a nivel federal y también acción social.

Hay que generar espacios para los supervivientes de violencia sexual, donde se sientan apoyados cuando decidan dar el paso adelante. No esperar a que las víctimas vayan a pedirlo, sino crear un tejido social de apoyo donde las personas impulsen estos espacios en sus propios vecindarios. 

A mayor escala, hay que llegar a pensar en la violencia sexual como un asunto de justicia social, como son la dignidad económica o el hambre. Y aspirar a ser un cambio sistémico porque no sólo se trata de acabar con los abusos sexuales, sino de acabar con la opresión en general.

¿Por dónde debería empezar esa transformación social?

La única forma de que se produzca un verdadero cambio cultural es trabajando simultáneamente con nuestros niños. Reprogramar a esos niños y adultos que son educados bajo la idea de que tienen derecho a hacer lo que quieran, a utilizar su poder sobre otros y 'servirse' ellos mismos.

Es un proceso de desaprendizaje y una de las vías es trabajar en una  cultura del consentimiento, junto con una educación sexual completa que tiene que comenzar en las edades más tempranas. Y sí, hay quienes piensan que en un mundo en el que el consentimiento se sitúa en el centro de nuestros comportamientos de pronto tendrán que pedir permiso para todo, y bueno, tal vez es que tiene que ser así.

Salma Hayek denuncia que Harvey Weinstein la acosó y amenazó de muerte

0
0

Dos meses después de que saliesen a la luz las primeras acusaciones contra Harvey Weinstein, la actriz Salma Hayek denunció hoy que el productor la acosó en múltiples ocasiones, la amenazó de muerte y la presionó para grabar escenas de sexo.

En una columna en The New York Times, la actriz mexicana dijo que había tenido que decir "no" a Weinstein cuando le proponía ducharse juntos y se ofrecía a darle un masaje o practicarle sexo oral.

Hayek confiesa que en un primer momento pensó que su testimonio no era necesario, puesto que ya había suficientes mujeres que habían alzado su voz y no creía que su testimonio fuese a cambiar nada, pero finalmente se dio cuenta de que contar su historia sería el único modo de "resolver" ese "capítulo" de su vida.

La actriz define a Weinstein como un "apasionado cinéfilo, un hombre atrevido, un mecenas de la industria del cine, un padre cariñoso y un monstruo" y detalla el infierno que supuso trabajar junto a él en la película Frida en 2002.

La intérprete se pregunta si fue su amistad con importantes figuras como Quentin Tarantino, George Clooney, el director de cine Robert Rodríguez y con quien entonces era la esposa de éste, la productora Elizabeth Avellan, lo que la salvó "de ser violada".

Hayek recuerda cómo en una ocasión Weinstein hizo salir a todo el equipo del set de rodaje excepto a ella, y le recriminó que interpretase a Frida Kahlo con su singular uniceja, ya que esto la hacía menos atractiva y, según él, su única valía como actriz era su "sex appeal", y "no había nada de eso en la película".

Tras esta disputa, el productor le dijo que anularía la película, aunque finalmente aceptó seguir con el rodaje siempre que Hayek accediese a grabar una escena de sexo con la actriz Ashley Judd, que también denunció acoso por parte de Weinstein.

El día que tuvo que grabar la escena de sexo, sufrió un ataque de ansiedad, "por primera y última vez" en su carrera, y empezó a llorar mientras su cuerpo temblaba de forma descontrolada.

"No estaba así porque fuese a estar desnuda con otra mujer. Lo estaba porque iba a estar desnuda con una mujer para complacer a Harvey Weinstein", señaló la actriz.

Hayek espera que su historia sirva para entender "por qué es tan difícil" denunciar y por qué sus compañeras han esperado tanto tiempo antes de hacerlo.

"Los hombres han acosado porque podían. Las mujeres están hablando ahora porque, en esta nueva era, al fin pueden", concluye Hayek.

Una casa de Bernarda Alba sin mujeres donde los oprimidos son ellos

0
0

Bernarda Alba aparece en escena. Lleva pantalones y jersey de punto negro, luce una calvicie avanzada y la sombra de una barba de tres días. Porque en Esto no es la casa de Bernarda Alba, la nueva obra de los Teatros del Canal, la matriarca, sus oprimidas hijas, las criadas y la anciana loca son todas hombres.

"En ocho años de luto, en esta casa no entrará el viento de la calle", grita la déspota señora en la boca del actor Eusebio Poncela. Tal y como escribió Federico García Lorca en la pieza de 1936, Bernarda se acaba de quedar viuda de su segundo marido e instaura un riguroso luto para sus hijas, a las que obliga a vestir de negro y a llorar la muerte del padre en contra de su voluntad.

La única que se salva es Angustias, la mayor e hija del primer matrimonio, que tras recibir la herencia se promete con el muchacho más apuesto del pueblo, Pepe el Romano, interpretado en esta ocasión por la actriz Julia de Castro. La opresión de la tradición católica y del machismo es la doctrina que emplea Bernarda Alba para atar a sus desgraciadas sucesoras. Un ambiente que se recrudecerá cuando la benjamina de la familia, Adela, comience un affaire con el novio de su hermanastra.

Como recuerda la directora Carlota Ferrer, el título de la obra no es casual. Lorca es el catalizador de "un discurso feminista radical, es decir, que intenta viajar a la raíz". Esto no es la casa de Bernarda Alba no esconde al público que los protagonistas son varones mediante recargadas pelucas ni kilos de maquillaje y, paradójicamente, ahí radica el mensaje feminista. "Que ellos se pongan en la piel de algo que les es ajeno, para mí cobra mayor dimensión. La opresión a las mujeres somos todos", asegura la dramaturga.

Confiesa que le sorprende el alcance de esta decisión, que "La casa de Bernarda Alba solo con hombres" sea lo único que se oiga por las calles y se lea en los titulares. Sin embargo, también aplaude que sirva para abrir el debate. "Por desgracia, nos hemos acostumbrado a ver a las mujeres oprimidas. Incluso en las campañas de violencia de género aparecen ellas llorando y dando cuenta de sus desgracias. Puede que por eso se haya normalizado", teme Ferrer.

"Al poner en boca de hombres actores y bailarines las palabras de Federico (cuyos personajes manifiestan el deseo de ser hombres para poder gozar de libertad), se evidencia la fragilidad de la mujer ante el dominante orden heteropatriarcal y su gestión del mundo a través del miedo", explica la directora. Anteponiéndose a los puristas, Carlota Ferrer asegura que el propio Lorca manifestó en vida el deseo de "tener el dinero suficiente para ver sus obras representadas de forma distinta".

Esto no es la casa de Bernarda Alba no solo se sirve del intercambio de roles para revisitar el libreto del poeta granadino. Entre el negro, los tules y las paredes blancas de la casa, reconocibles en la obra, se introduce la música en directo, la danza y el arte contemporáneo. Un proyecto que esperan que reúna, como el funeral del esposo de Bernarda, a 200 personas al día como mínimo, "aunque no sean mujeres vestidas de luto", dicen entre risas.

Las mujeres de Federico

Hace unas semanas, la Liga de Mujeres Trabajadoras del Teatro denunció, en un manifiesto titulado Una profesión de putas, los abusos y la desigualdad sistemáticos sobre las tablas. En ese contexto, ¿no sorprende que una obra 'feminista radical' no incluya apenas mujeres en el plantel? Carlota Ferrer y el dramaturgo José Manuel Mora, premio Max 2015 que firma el libreto, encuentran la respuesta en el propio Lorca.

"Federico García Lorca proyectó la problemática social de las mujeres en su obra. Habla a través de ellas sobre la necesidad de creación, de la maternidad o del amor no correspondido. Si un hombre escribe sobre las cuestiones de las mujeres, ¿por qué pueden ser representadas por otros hombres?", se pregunta Ferrer.

Mora suscribe estas palabras de inmediato y añade que así se transgrede el concepto de género, un debate que está alcanzando límites insospechados en la actualidad."La paradoja es un terreno muy fértil para el teatro, además. Lo ha sido siempre", concluye.

En el escenario, todos los actores y bailarines se reconocen como feministas. Alto y con orgullo. "Si no, habría sido una contradicción haber hecho esta obra a través del método heteropatriarcal de hacer teatro", dice un miembro del equipo de danza. Le otorgan este mérito a la directora de escena, experta en destacar la femineidad en la obra de Lorca, no solo en Bernarda Alba, "sino también en Bodas de sangre, Mariana Pineda y en Yerma".

Pero si en algo tienen razón los creadores es que no debemos quedarnos en la foto de un grupo de hombres con faldones. Lo importante es que, en los tiempos que corren, la obra de un teatro público se reconoce como feminista radical sin miedo. Que los actores se colocan por fin en la piel de sus compañeras para exigir su respeto. Que no han cambiado tanto las cosas en noventa años. Y que siempre es buen momento para recuperar, transformar y representar el legado de Federico. 

El estereotipo sexual de la Jezebel o por qué 'España no es país para negras'

0
0

España no es país para actores afrodescendientes. Ni para migrantes que se juegan la vida en concertinas o parejas magrebíes que viajan en metro. España no es país para negros, pero mucho menos para negras.

Es una afirmación arriesgada en una nación que carece de autocrítica y donde "la gente no se considera racista, pero lo es". Los únicos que lo saben son quienes sufren esta discriminación a diario, y además doble en el caso de las mujeres.

La actriz Silvia Albert lo demuestra encima de las tablas con un libreto en el que entremezcla su propia experiencia con la de sus "hermanas". No es país para negras es un monólogo itinerante que acoge el teatro OFF Latina de Madrid y en el que Albert va mudando de piel, de la suya negra a la blanca mayoría de este país, para enseñarnos nuestras vergüenzas.

Tan pronto es ella de niña jugando a la rayuela, como esos señores mayores que le gritan "¡negra, negra!" con desprecio. Es la novia quinceañera de José, blanco y de familia católica, pero también representa a la madre que la cataloga como "de color" y al padre que se ríe de que haya nacido en el País Vasco. Después, en una discoteca, habla en boca de sus amigotes, que dan por hecho que es una Jezebel insaciable por los estereotipos sexuales que pesan sobre las mujeres negras y latinas.

"Para mí esa es la parte más delicada, la de la sexualidad de las chicas negras. Es una herida grande que aún está sin curar. Por suerte, hemos encontrado una forma de representarlo en la que no me siento muy interpelada", confiesa Albert. Utiliza la comedia como bálsamo sin que eclipse ni frivolice el mensaje principal: los amigos de José no son una caricatura, son un reflejo real y preocupante.

Como declaró la periodista Lucía Mbomío a este periódico, la imagen libidinosa y exótica de las mujeres negras desencadena situaciones intolerables que mezclan el racismo con el machismo. Pero No es país para negras incide en muchas faltas más. Por ejemplo, en esas preguntas y comentarios, aparentemente inocentes, pero que tan solo esconden un patrón de prejuicios.

"¿Y tú de dónde eres? Cuando estás hablando con una persona de un color de piel diferente, esa pregunta no es inocente, no es una mera curiosidad. Tú lo que quieres saber es por qué soy negra", diferencia Silvia Albert. Lo mismo ocurre cuando hacen referencia al color carne en los colegios, donde cada vez hay más niños 'no blancos'.

"¿Qué color es el color carne?", dice Silvia confundida mirando su brazo negro en el escenario. Son detalles nada nimios que favorecen la discriminación y cosas peores, como alertaban en Afroféminas. "En ocasiones, al público le cuesta más entender el racismo en estos gestos cotidianos", revela la intérprete.

No más papeles de criadas y prostitutas

La concienciación es una de las materias pendientes en nuestro país, y por eso muchos afrodescendientes escogen la literatura y las artes escénicas para hacer pedagogía. Pero, ¿dónde están las comedias, los dramas y los clásicos protagonizados por actores negros? ¿O las películas y las nominaciones en los Goya?

"Respondo lo mismo que dijo Viola Davis en la gala de los Oscar. ¿Cómo va a haber nominaciones si no hay papeles? Y no vale secundarios o para hacer de relleno. Eso por un lado. Y por el otro, dejar claro no tenemos por qué hacer personajes solo de negros", dice respecto a una profesión que lleva años reclamando más visibilidad. La diversidad racial que baña las calles no se refleja en la cultura, y esa falta regresa como un bumerán a la sociedad en forma de racismo e intolerancia.

Sin ir más lejos, el año pasado sobre estas fechas se lanzaba The Black View, una plataforma de intérpretes para erradicar los estereotipos en la ficción española y apoyar la diversidad. "Soy actor, negro y español, ¿por qué tengo que hacer siempre de inmigrante sin papeles?", reclamaban entonces.

Silvia Albert va a un paso más allá y pide esto sumado a la causa de las mujeres negras y mayores de treinta. "¿Quién me quiere y para qué? Para hacer de prostituta o roles muy concretos de bruja o de limpiadora. Es lo que sucede cuando te sales de los cánones establecidos como yo, que soy negra, gorda y tengo cuarenta años", se lamenta. Por eso No es país para negras es tan relevante; porque pone de relieve la realidad de la doble opresión que tantas veces se intenta desmentir. 

Sin embargo, Albert no pretende esperar de brazos cruzados. Está trabajando para llevar sobre las tablas la historia de las figuras femeninas que han sido borradas de la historia: la poeta Carolina María de Jesús, Wangari Maathai o la calculadora humana Katherine Johnson. Un proyecto que ayudará a los más de dos millones de afroespañoles -según el Alto Consejo de Comunidades Negras- y a todos los migrantes negros a encontrar aquellos referentes que les negaron de niños. 

"Quiero que nuestras hijas y el público tengan un reflejo positivo de quiénes somos nosotras. Si todas las historias son de pobrecitas -que también son necesarias- no es suficiente. Los niños en las escuelas deben poder conocer África y su riquezas, no solo su pobreza", asegura. Hay muy poco espacio, y precisamente por eso no queda hueco para la condescendencia ni el paternalismo.

No es país para negras es la historia de supervivientes, de mujeres poderosas que superaron la brutal colonización, las violaciones, los micro y macrorracismos y el desarraigo en su propio país. Pero sobre todo no es una historia para nosotros, es para ellas, y por eso es aún más obligatoria.

Feminismo desde el anonimato, ¿es igual de válida la lucha sin rostro?

0
0

Este año será recordado por las mujeres valientes que salieron a la luz a compartir sus episodios traumáticos de violencia sexual y de acoso. Es un hecho consensuado que va mucho más allá de la portada de la revista Time. Junto a este acto de audacia y exposición pública, aplaudido en todo el mundo, ha surgido un debate no menos interesante entre las feministas.

¿Procede el derecho al anonimato en una lucha que ha mantenido invisibilizadas a las mujeres durante tanto tiempo? ¿Es comprensible el miedo a las represalias? ¿El mensaje pierde fuerza cuando es pronunciado sin rostro, nombre ni apellidos? 

Hay opiniones para todos los gustos, una dicotomía que se materializó este lunes en una mesa redonda del Teatro Español sobre La invisibilidad de las mujeres. La tuitera y columnista Barbijaputa intervino a través de una llamada de voz para explicar por qué ella ha decidido llevar su lucha tras un seudónimo. "Lo hago por las amenazas que recibo. Tengo muchos seguidores y mucha exposición. Me llegan amenazas de todos los colores, desde 'te voy a matar' hasta un vídeo con un cuchillo", explicó.

Manifestó su inquietud por el día en que deba incorporarse a su antigua profesión -azafata de vuelo- y el perjuicio que le pueda acarrear su perfil actual. Ante esto, la periodista María Guerra contestó que "es importante dar la cara". "No me parece que estés dando un gran ejemplo desde el anonimato, y menos cuando hay casi cincuenta asesinadas este año y a otras les pegan...no creo que estés corriendo un riesgo anormal", añadió la directora La Script. 

En la mesa, algunas ponentes defendieron a Barbijaputa, como Cristina Almeida, que destacó que "tener un nombre distinto no es una merma del feminismo". "Me parece más importante lo que ella dice que lo que puedan decir los que la atacan. Sus ideas han marcado un antes y un después", dijo la abogada a título personal.

El del anonimato no es un debate que se limite a las cuatro paredes del Teatro Español. Está en auge especialmente por su uso en Internet y en la cultura, donde hace algunos meses asistíamos al innecesario espectáculo del "desenmascaramiento" de Elena Ferrante. Nos cuesta mucho asimilar que alguien decida desarrollar una profesión o aportar al activismo desde un alias y separando su "yo personal" del escrutinio público. Aunque, muchas veces, no se trata tanto de quién como de qué hable la persona en cuestión. 

"Yo empecé escribiendo con mi nick sobre redes sociales y más tarde di el salto a la opinión política, pero solo me exigían que mostrase la cara cuando incluía perspectiva de género en mis columnas", cuenta Barbijaputa a eldiario.es, donde colabora como columnista. "El problema no es el anonimato. Es lo que digo y cómo lo digo", reflexiona. 

El portavoz de AHIGE (Asociación de Hombres por la Igualdad de Género) admitió en la mesa redonda del Teatro Español que, cada vez que compartía una columna de la tuitera en sus redes, le llovían las barbaridades y los trolls. "Me pasa con ella y con nadie más", aseguró. ¿Hay perfiles con más riesgo que otros? "Hay discursos que granjean más odio, y es normal", piensa ella, aunque añade que "en general, si eres mujer y hablas con seguridad, los tíos se tiran encima".

Sin embargo, pide mantener el foco en la lucha y no arruinarla con el viejo debate de la buena y la mala feminista. "Esto de marcar diferencias lo empezó Pérez Reverte hace mucho tiempo. A unas nos llamaba analfabetas y folclóricas y a otras, que a él le caían bien, feministas de verdad", dice sobre lo que considera "un discurso falaz que se están montando ellos y que no podemos permitir que sea hegemónico".

Luna Miguel defiende la variedad de opiniones, pero se suma a esta petición. "Me parecen debates interesantes si se producen con respeto o si aportan ideas sobre el fondo del debate en cuestión. No podemos pasar del #MeToo al #TúNo", resume.

Ella ha sufrido en su propia piel las consecuencias de luchar contra el machismo con nombre y apellido. "Me he sentido amenazada en la industria editorial española, especialmente por hombres que me han dicho que no volvería a publicar en mi vida, que no me invitarían a más festivales o que estaría acabada como autora", revela la escritora, que incluso llegó a ser censurada por Facebook.

Aún así, "entiendo totalmente y respeto que haya compañeras que decidan ocultar su identidad. Guerrilla Girls, Banksy, Daft Punk o Sia, por ejemplo. ¿Sus mensajes funcionan menos? Para nada. A veces, cuando construyes un personaje de ficción muy potente, ese personaje se convierte en tu nueva y verdadera identidad. ¿Para qué enseñar el DNI, entonces?", concluye la poeta y editora de PlayGround, que también admite haber publicado bajo seudónimo en alguna ocasión.

Al otro lado, una lucha que necesita doble ración de visibilidad: la de las feministas negras y afrodescendientes. Antoinette Torres recordaba en la mesa de debate del Teatro Español que la lucha por la igualdad se olvida muchas veces de las personas que sufren esa doble discriminación. "Nuestra primera opresión es el racismo, no el machismo", decía la directora de Afroféminas.

En este caso, el anonimato no parece una opción. "De hecho, si no estuviese yo en la mesa, este tema no se habría hablado", reprendió Torres a sus compañeras, que contestaron con malestar. Sin embargo, esto precisamente supone un doble peligro para las activistas contra el racismo que plantan cara, y por eso hay muchas, según la periodista y colaboradora de Afroféminas Lucía Mbomío, que prefieren salvaguardar su identidad. 

"Puede venir muy bien que, en según qué luchas, algunas personas asuman esa responsabilidad. Para nosotras es muy importante la visibilidad del mensaje, pero jamás voy a cuestionar a otras compañeras afro que no se muestren ante el público", asegura la escritora. "Al revés, tenemos que protegernos entre nosotras", sugiere Mbomío como punto clave del debate. Porque, como recuerda Barbijaputa, "nos quieren divididas y, si eso ocurre, solo gana el machismo".

Viewing all 180 articles
Browse latest View live




Latest Images